Publicado el 2013/05/04 por Psicóloga Malena Lede
Hijos sin padre
La vida es cambio, cambiamos nosotros, cambian las cosas, las costumbres, la manera de pensar y el mundo.
El cambio no se puede evitar, pero sí se puede corregir lo que cambia para mal, que es pretender tener hijos sin estar presentes ni físicamente ni afectivamente.
La juventud siempre ha sido rebelde, porque es la etapa del despertar de la conciencia de sí mismo; y todo ser humano, puede escuchar lo que le dice su interior al tropezar con las contradicciones entre las reglas del hogar y las establecidas por la sociedad.
Una sociedad civilizada que se respete tiene que tener reglas establecidas para asegurar la convivencia, porque sin reglas que cumplir los seres humanos se matarían entre sí.
Esto se ha hecho en toda comunidad desde que el hombre existe, y ha provocado y continúa provocando muchas guerras, casi nunca necesarias.
Una familia es un micro mundo, un lugar donde los niños aprenden las reglas y los valores que ven cumplir a sus padres.
En la adolescencia, los jóvenes comienzan a discernir con más claridad entre las contradicciones que ocurren fuera de su casa y dentro de su casa y de esa forma establecen su propio criterio y sacan sus propias conclusiones.
Todo joven, en esa etapa de su vida tiene que elegir cómo desea ser y lo más común es que al principio se oponga pero que finalmente elija ser como ellos.
En la sociedad se producen las rebeliones cuando los gobernantes son los primeros en no cumplir con las reglas establecidas, para enriquecerse; y lo mismo ocurre en una familia; los hijos se rebelan cuando sus padres les quieren obligar a cumplir las reglas que ellos no cumplen.
Por eso tener hijos no es fácil, porque si uno desea que sean personas de bien y que tengan un futuro, tendrá que hacer, frente a sus ojos, siempre lo correcto. Eso es lo que puede asegurarle estar orgulloso de los hijos y no otra cosa.
Cuando los hijos crecen y ya son mayores de edad y como padres se han cometido muchos errores en el pasado, ya es inútil tratar de educarlos; no obstante, siempre estarán a tiempo de cambiar de actitud y con el ejemplo, mostrar a los hijos que se puede ser diferente.
Los hijos sólo aprenden con el ejemplo, respetando las reglas que cumple toda su familia en el hogar, o cuando están en la calle, como ciudadanos, o cuando manejan el auto, o cómo se comportan en su trabajo o en el negocio que tengan.
La naturaleza es sabia y racional, y se cumple siempre lo más probable; por lo tanto, en una familia de corruptos lo más probable es que también los hijos sean deshonestos.
Sin embargo no es totalmente imposible que algún hijo pueda trascender este condicionamiento familiar; como a veces ocurre con los hijos más inteligentes que pueden hacer lo contrario que hacen sus padres, cuando tienen la fortaleza y el coraje necesario como para trascender ese condicionamiento.
No todos nacen con la disposición adecuada como para tener hijos y eso no indica de ninguna manera, que esa sea una característica anormal, por el contrario, significa tener conciencia de que lo mejor es traer a este mundo solamente los hijos realmente deseados.
En cuanto a los hijos sin padres siempre sufrirán esa condición, a menos que cuenten con la presencia de una figura significativa que lo reemplace, como un abuelo, un tío o un padre sustituto que lo ame.
El amor es lo único que hace que un hijo crezca sano y feliz, no bastan la protección ni la preocupación ni las comodidades que se le ofrezcan, ya que de todas esas cosas puede prescindir si tiene alguien que lo ame y se lo demuestre de la mejor manera, o sea con amor incondicional.
El exceso de cuidados y la preocupación no es amor, sino sobreprotección rechazante, que es lo que detectan los niños desde su infancia. Los padres pueden mostrar esa conducta ambivalente, cuando tienen hijos solamente para demostrarles a los demás que no son estériles; y entonces, por un lado son su primera preocupación y por otro les molestan y son un obstáculo para sus planes.
Malena
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