Publicado el 2013/05/27 por Psicóloga Malena Lede
La Soberbia
La soberbia, desde la perspectiva cristiana, es uno de los siete pecados capitales, que se oponen a sus correspondientes virtudes y de los cuales derivan todos los demás.
Los siete pecados capitales que han trascendido desde la Edad Media son:
La lujuria: el deseo sexual sin control.
La Gula: la glotonería insaciable.
La Avaricia, o Codicia: el deseo incontrolable de riquezas y bienes materiales.
La Pereza: el disgusto por el cumplimiento de los deberes y obligaciones, tanto espirituales como personales y sociales; y la falta de presencia de ánimo para enfrentar los obstáculos.
La Envidia: el deseo de tener lo que tienen otros y de ser como los demás; y sentirse bien con el mal ajeno.
La Ira: el impulso descontrolado de actuar con violencia, ya sea por venganza, rencor, orgullo o resentimiento.
La Soberbia: el más grave de los pecados capitales, porque es el que cometió Lucifer que fue desear ser como Dios. Es el orgullo excesivo y la falsa percepción de sí mismo, que hace que una persona se considere superior a los demás, sin ningún fundamento válido que sustente tal apreciación. Difiere del orgullo en que la soberbia se basa en la vanidad, el deseo de ser admirado y de destacarse sin las necesarias virtudes y solamente para satisfacer al ego.
En cambio, el orgullo es la valoración adecuada en función al propio comportamiento y a las propias virtudes morales; y a vivir conforme a esos valores.
El soberbio cree saberlo todo y tiende a subestimar lo que dicen o piensan los demás. Se sobrevalora sin razón y se comporta con altivez y arrogancia situándose en una posición por encima de los demás.
Algunos de los símbolos que caracterizan a la soberbia son, por ejemplo: el espejo, el león o el pavo real.
El espejo representa la actitud de verse sólo a sí mismo y de satisfacer solamente las propias necesidades, sin contemplar las de los demás.
El león, porque es el rey de la selva a quien todos respetan y temen y el pavo real, que se complace en mostrar sus atributos físicos, sin dejar de ser por ellos un pavo.
El soberbio es rebelde y autoritario, porque no acepta las reglas impuestas por otros y porque pretende hacer siempre su voluntad.
Es incapaz de aceptar sus errores porque se cree perfecto y aunque envidia a los que pueden hacerle sombra, jamás les reconoce sus méritos y se complace en criticarlos.
El soberbio se caracteriza por ser malhumorado, iracundo y obstinado y por creer que siempre tiene la razón; pero por lo general fracasa en sus relaciones y termina quedándose solo.
El soberbio esconde un conflicto inconsciente, que es su complejo de inferioridad que trata de superar, poniéndose a prueba y mostrándole a los demás que es superior.
Malena
Fuente: Enciclopedia Salvat; Catecismo de la Iglesia Católica.
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