El Hombre Violento

La violencia en el hombre es un fenómeno que existe desde la aparición de la especie humana y los factores que la favorecen no difieren demasiado de otras especies.

Cada organismo está diseñado para lograr su desarrollo óptimo como individuo único, por lo tanto, cada ser humano, tendrá objetivos diferentes.

Esta condición hace prácticamente imposible que dos personas convivan sin ninguna discrepancia; de modo que cuanto mayor sean sus diferencias, mayor será la probabilidad que cuando se relacionen surjan conflictos.

Los hombres y las mujeres no sólo se diferencian sexualmente sino también físicamente y psicológicamente; por el tamaño y la estructura del cuerpo, por el nivel de agresividad y de fuerza, por el impulso de dominio del hombre, por su tendencia a la poligamia y a eludir el cuidado del hogar y de los hijos.

Genéticamente, los hombres están programados para esparcir su potencial reproductivo a la mayor cantidad de mujeres posibles para asegurar la supervivencia de la especie, mecanismo biológico que aún perdura y que es común en muchos varones.

Además de su rol en el proceso reproductivo, el dominio del hombre, que vive inmerso en una cultura, se extiende a nivel social, como resultado del conflicto de intereses. Por lo tanto, los individuos con suficiente poder, tenderán a intimidar y a agredir a las mujeres que dependen de ellos, para imponer su autoridad y conseguir sus propios objetivos, sometiéndolas con la violencia.

Las mujeres, cuando tienen familia, quedan en una posición vulnerable porque la mayoría no está dispuesta a separarse de los hijos aún a costa de su seguridad personal.

A pesar de la educación y la cultura, muchos hombres no desoyen sus tendencias genéticas y por distintas razones pueden vincularse con dos o más mujeres al mismo tiempo, provocando situaciones conflictivas con sus familias.

Sin embargo, pueden adoptar una actitud obstinada y no querer abandonar el hogar ni aceptar la separación o el divorcio.

La crónica diaria está repleta de estos casos; hombres que por distintos motivos no quieren abandonar el hogar aunque se hayan comportado indebidamente y que se enfurecen si sus esposas, con atendibles razones, desean separarse.

Estas mujeres, que corren un riesgo grande, tendrán que tener mucha paciencia y coraje para emprender la difícil tarea de persuadirlos, sin que se sientan rechazados.

Todos los hombres son violentos porque hasta el más civilizado y bondadoso puede perder el control en una discusión familiar y provocar una tragedia. Por eso, es necesario evitar encender la chispa que puede generar un incendio y reflexionar, porque las palabras se las lleva el viento y mejor que discutir es actuar racionalmente en el momento oportuno, con inteligencia y sin revelar resentimiento ni emociones.

Las separaciones deben ser de común acuerdo, sin vencedores ni vencidos, sin odios ni rencores, para poder continuar una relación satisfactoria en favor de los hijos.

Malena.