Disputas Conyugales


¿Por qué discuten las parejas? ¿Cuáles son los motivos más habituales que provocan los conflictos? ¿Se pueden evitar? ¿Se puede lograr una convivencia armónica a pesar de las diferencias? ¿Por qué las parejas se aburren de estar juntos? ¿Por qué pierden interés en el sexo? ¿Es necesaria la infidelidad? ¿Los celos demuestran amor o baja autoestima? ¿Estar en pareja significa quedarse sin amigos y dejar de tener vida propia? ¿Por qué compiten los integrantes de una pareja entre sí? ¿El desarrollo intelectual de la mujer es un obstáculo para el hombre? ¿Qué espera el hombre de la mujer y qué espera la mujer del hombre?

En general, las parejas discuten por cuestiones intrascendentes, se acostumbran de entrada a expresar sus desacuerdos y la discusión se transforma en una forma de relación.

La base de los conflictos de pareja es la lucha por el poder que pone de manifiesto las diferencias de carácter.

La lucha por el poder pone de relieve los posibles defectos del otro, como la falta de atención y de respeto, la indiferencia, los problemas sexuales, los celos, la competencia y el manejo del dinero.

Solamente cuando se abandona la lucha y se acepta al otro como es se pueden evitar todas las discusiones; pero para lograrlo el único camino es dedicarse a crecer y desarrollarse individualmente y a tener vida propia, dándole a la pareja la importancia que merece, como puede suceder con cualquier otra forma de relación.

Cuando una persona cree que está aburrida de su pareja, en realidad está aburrida de ella misma y está proyectando en el otro su propia frustración.

La única salida a esta situación es hacer algo con uno mismo, cualquier cosa, que le permita vencer la inercia y avanzar, porque estar estancado es la causa de la frustración.

Es más fácil echarle la culpa al otro que darse cuenta que es uno el que se ha achanchado, o sea que se ha acomodado al status quo que logró y cree haber alcanzado todas sus metas.

Cuando se acaban las metas también se acaba la vida y uno aunque continúe respirando, ya está muerto.

La insatisfacción sexual es común en las parejas que no tienen comunicación, que no hablan de sexo, que creen que el otro puede adivinar lo que sienten y qué necesitan.

A veces estos problemas se solucionan en una terapia de parejas porque precisamente se ven obligados a hablar y decir lo que piensan uno del otro al respecto.

La infidelidad es la búsqueda infructuosa de la satisfacción propia sin pensar en el otro. La persona prefiere cambiar de pareja antes de aceptar su fracaso como amante.

Si pudieran aceptar sus errores, los seres humanos dejarían de proyectar sus sentimientos de culpa en los otros y las parejas podrían lograr la estabilidad que desean.

Nadie es perfecto y menos todavía desde el punto de vista sexual donde todos tocan de oído, ya que el ser humano es adiestrado para resolver los problemas matemáticos más complicados pero jamás a tener una relación sexual satisfactoria como para lograr lo que para la gran mayoría casi es una utopía: el orgasmo simultáneo.

Estar celoso implica baja autoestima, o sea sentirse desvalorizado por distintos motivos, lo que hace que el otro piense lo mismo.

El celoso se vuelve dependiente y posesivo, desconfía, controla y termina ahogando al otro con sus celos. Cree que puede obligar a que lo amen y no acepta que el amor sea un sentimiento espontáneo recíproco que surge precisamente como respuesta al amor y no a los celos.

La pareja que no tiene vida individual propia naufraga en el aburrimiento y la rutina. Toda persona que está en pareja tiene que conservar a sus propios amigos, salir con ellos, hablarles por teléfono, intercambiar opiniones, etc., y esas relaciones tienen que ser aceptadas para bien de la pareja y no tienen que ser motivo de discusión.

La competencia en la pareja se basa en la creencia de que una persona puede ser mejor que otra porque sabe más de un determinado tema; y esto es un error de concepto, porque todos somos diferentes y si uno supera a otro en algo el otro lo supera, en otro aspecto.

El hombre que no quiere que su mujer progrese o se desarrolle intelectualmente tiene miedo de su propia mediocridad y de su falta de inquietudes para crecer; y la mujer que no se desarrolla porque “su pareja no la deja”, la está poniendo de excusa para no hacerlo.

Las parejas fallan en general porque tienen demasiado expectativas con respecto a ellas. La mujer, todavía en el siglo XXI, espera de su pareja, protección, sostén económico, compañía, ayuda, sexo tántrico, intereses comunes, fidelidad, una oreja que la escuche y le diga lo que ella desea y muchas cosas más. Mientras el hombre espera a su vez, secretamente, desde su más profundo inconsciente, que su pareja lo cuide como lo hacía su mamá, le cocine comida gourmet, que críe a sus hijos, que sea fiel, atractiva, amante incondicional, ahorrativa y que trabaje en sus ratos libres.

Cuando las expectativas no se cumplen aparecen las discusiones por cualquier cuestión que expresa el verdadero malestar del que no se habla pero que subyace implícito en todo problema de relación.

Malena