Los
seres humanos han evolucionado a través del tiempo logrando las condiciones
para vivir una vida más cómoda y más saludable con el avance de la tecnología y de la ciencia.
Sin
embargo, aunque las condiciones de vida en general hayan mejorado. y la ciencia haya conseguido eliminar muchas enfermedades del
planeta, la humanidad todavía no ha podido alcanzar la salud perfecta.
La
enfermedad y la salud no significan condiciones absolutas que nos vienen de
afuera, sino que dependen de nosotros,
de nuestras expectativas, de nuestra conducta, de nuestra forma de vida, de
cómo vivimos las experiencias, de nuestra manera de ver el mundo, de cómo nos vemos a nosotros mismos y
principalmente de cómo pensamos.
Son
nuestros pensamientos y nuestra manera de interpretarlos lo que estructura la
realidad que estamos viviendo.
Nuestro
cuerpo está constituido por distintas clases de células con funciones
específicas que a niveles microscópicos son moléculas y átomos ordenados en una
forma organizada.
Más
pequeñas que los átomos son las partículas subatómicas que siempre han existido
y siempre existirán, que forman parte de la materia del universo en el continuo
espacio tiempo y que nunca morirán.
La
forma en que se distribuyen los átomos hace que cada cosa que existe en el
universo sea como es, eterna pero en perpetuo cambio; porque toda la materia
del universo siempre es la misma y nada se pierde sino que todo se transforma
Nuestro
cuerpo es como un río que nunca es el mismo y siempre cambia, lo nuevo
reemplaza a lo viejo y en tanto ese flujo de cambio dentro de nosotros sea
nuevo, estaremos perfectamente sanos.
El
poder organizador es la inteligencia que está en todo el universo y también
dentro de nosotros mismos.
La
manifestación humana de la inteligencia es el yo consciente, o sea el yo
pensante, libre de todo condicionamiento.
Recuperar
la conexión psicofísica con la inteligencia consciente es esencial para revertir
el estado de enfermedad y desear estar siempre saludables para que nuestro
sistema nervioso reciba nuevas señales y las trasmita a todas nuestras células.
El
psicólogo Abraham Maslow se dedicó a estudiar a las personas que él llamó “autorrealizadas”,
o sea personas que se sentían felices, satisfechas con sus logros y reconocidas
por la sociedad.
Pudo
observar que estas personas también eran diferentes interiormente, valoraban la
vida, confiaban más en sí mismas, creían en la bondad del yo y se sentían más
responsables de su propia existencia.
Maslow
calculó en ese momento que solamente el uno por ciento de la población era la
que había descubierto la conexión psicofisiológica con la inteligencia
consciente y que esa actitud positiva hacía que su mente y su cuerpo colaboraran
para producir la salud perfecta.
Sus
reacciones eran espontáneas y eficaces, disfrutaban de lo que hacían, o
sea, precisamente de las cosas que resultaban buenas
para ellas y con la actitud común de estar creando algo nuevo.
La
clave de la salud perfecta es que toda la sociedad pueda vivir a la altura de
quienes ahora son considerados excepcionales y atreverse a evolucionar. Cambiar la actitud de debilidad por la del
coraje, y renunciar a la neurosis, a la mala salud y a la infelicidad que se
acostumbraron a considerar normales e inevitables.
La
posibilidad de vivir en un plano superior puede ser real para todos, porque no
implica ningún sacrificio ni esfuerzo, significa experimentar la
autorrealización y vivir la experiencia máxima de hacer lo que a uno le gusta,
que a la vez brinda la sensación de libertad absoluta, de realización interna,
de seguridad, de felicidad y que permite el flujo permanente de amor y
creatividad que sólo surge cuando se sigue el propio instinto.
La
diferencia consiste en abandonar para siempre el modo de actuar en forma
mecánica, siguiendo patrones fijos de pensamiento y ser capaz de vencerlos,
aceptando el mundo como es sin preocuparse pero intentándolo todo y dejando que el universo se ocupe de los
detalles.
Malena
Fuente:”Cómo
crear salud”; Deepak Chopra.
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