Conocerse
significa ser conscientes de cómo uno es, condición que permite aprovechar al máximo los propios recursos,
aceptando las limitaciones y los aspectos negativos de la personalidad para
poder superarlos.
El
egoísta es
el que no puede salir de sí mismo y utiliza a los demás para su propio
beneficio. Es el que cree que se merece tenerlo
todo, el que necesita que lo admiren y que no puede renunciar a su imagen
ideal. Generalmente no se da cuenta que lo es y se exige mucho a sí mismo
porque cree que no lo querrán si no es perfecto. Este rasgo de carácter se adquiere en la
infancia cuando a un niño se le da todo lo que pide hasta que llega a creer que
es mejor que los demás. Es difícil que
cambie.
El
extrovertido
trata de llamar la atención y a exagerar sus emociones. Es muy sensible e inestable y también
seductor y manipulador. Desea ser
estimado y reconocido, no soporta la rutina y necesita cambios. Estas personas tienen que aprender a
controlar sus emociones y a mitigar su necesidad de afecto mediante la
autoafirmación y el desarrollo de una mayor autoestima por méritos propios, al
margen de la opinión de los demás.
El
fóbico
padece de ansiedad social y tiene sentimientos de inferioridad que le
obstaculizan las relaciones. Necesita
desarrollar su autonomía y aprender nuevas estrategias para relacionarse con
otros, ganar seguridad y confianza en sí mismo aceptándose como es para poder
actuar con mayor naturalidad y con menos temor al rechazo.
El
paranoide es
desconfiado y mal pensado. Cree que
siempre lo están observando o criticando porque interpreta mal las intenciones
de los demás. Son muy suspicaces y no
aceptan las bromas. Puede mejorar bajando su actitud defensiva y dejando de
pensar en lo que cree que piensan otros, porque por lo general se equivoca.
El
esquizoide
es introvertido, reservado, solitario, y tiene dificultades para relacionarse
emocionalmente. Es beneficioso para él
realizar trabajos que le exijan trato personal, tener más vida social y participar
siendo como es, o sea haciendo lo que mejor hacen, que es escuchar.
El
impulsivo
se caracteriza por la falta de control emocional, la irritabilidad y la
agresividad. Es inestable,
autodestructivo y se aburre fácilmente.
Tiene que aprender a ser más metódico y disciplinado, planificar sus
actividades diarias y encontrar fuentes de interés.
El
dependiente
es dócil e inseguro, tiene poca autoestima y dificultades para tomar decisiones
y para asumir responsabilidades. No
tiene confianza en sí mismo y necesita que lo ayuden, que le digan lo que tiene
que hacer, que lo aprueben y lo acepten. Estas personas tienen que dejar de
lado la comodidad, madurar y enfrentar las circunstancias, aprender a tener
iniciativas y a resolver problemas.
El
depresivo
se caracteriza por su desánimo e insatisfacción, por su negatividad y su
constante preocupación. Es escéptico y
pesimista, tiene baja autoestima y se siente culpable de todo. Puede aprender a ver el lado bueno de las
cosas, vivir el presente sin pensar tanto en el pasado o en el futuro y evitar
exigirse tanto y ser tan exigente con los demás. Necesita estímulos y rodearse de personas
alegres y optimistas.
El
obsesivo es
perfeccionista, exigente, rígido y detallista; muy responsable y trabajador. Le gusta el orden, la planificación y la
prevención. Le ayudará ser más flexible,
aflojando sus rígidas defensas y ser más audaz.
Todas
estas formas de actuar pueden ser útiles para todos cuando se justifican; pero
cuando una de ellas invade toda la personalidad y se convierte en la única forma de ser, produce una caracteropatía difícil de
revertir que puede afectar el crecimiento y desarrollo normal de una persona.
Malena
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