Desde el primer día que se van a vivir juntos la
pareja casi sin darse cuenta distribuye espontáneamente los roles, no siempre
en forma equitativa y como realmente tendría que ser, pero lo más común es que
ambos se muestren solícitos y muy interesados en brindarse mutuamente atenciones.
Esta situación no dura mucho porque muy pronto los
roles se perpetuarán y resultará imposible para ambos funcionar de otro modo.
Las mujeres, en general, suelen ser en la casa más
prolijas y limpias, claro que puede haber excepciones, pero es sabido que por
esa razón, el que tiene un departamento pequeño
para alquilar busca mujeres y no hombres.
También existen en la mujer pautas de comportamiento
aprendidas en el hogar desde que era una niña, viendo por lo general a su madre
haciéndose cargo de las tareas y multiplicándose para atender a su marido y a
sus hijos.
Esa imagen no se borra fácilmente, de modo que
cuando tienen que formar su propio hogar es posible que desde el primer momento
deseen asumir toda la responsabilidad y también, por qué no, el mando.
Si ambos integrantes de la pareja deciden repartirse
las tareas, la mujer tiene que saber que deberá compartir el funcionamiento del
hogar y tendrá que aceptar también su modo de hacer las cosas.
Si está decidida y necesita imperiosamente que la
ayuden, entonces tendrá que cambiar su actitud y se limitará a realizar lo que
cree que le corresponde y dejar sin hacer las otras tareas que debería hacer su
compañero aunque se amontonen.
Esto no es nada fácil, porque el cerebro de un
hombre en general suele funcionar de manera diferente y suele no coincidir ni con
el agudo sentido estético de una mujer ni con su criterio de orden y limpieza.
Tener el mando exclusivo en la casa es cómodo, puede
resultar para muchas mujeres placentero y brindar muchas satisfacciones,
principalmente porque ellas de este modo pueden asumir el mando y hacer las
cosas como quieren.
Para los hombres, en cambio, no significa nada,
porque ellos suelen tener distinto orden de prioridades y valorar otras cosas,
como dejar las cosas sin hacer y ver un partido o tener poder en la oficina para
mandar a otros.
Sin embargo, hay que reconocer que hoy en día hay
muchos más hombres hacendosos que antes, capaces de hacer una lista para el
supermercado, tirar las cosas vencidas de la heladera, asear los pisos, usar la lavadora, limpiar los baños y hacer las camas con bastante esmero, pero lamentablemente
son la excepción y no la regla.
Una mujer tiene que dejar que su marido haga las
cosas de la casa a su manera si quiere que la ayude con las tareas cotidianas y
con la atención de los niños si los tienen, y lo mismo tendría que hacer con sus hijos,
sin darles órdenes, aceptando su colaboración e incentivándolos con su
reconocimiento, y no caer nunca en la trampa de hacer todo ella para sentirse
indispensable.
La mujer es la persona que puede ayudar más a sus
hijos a bastarse por sí mismos para que cuando sean grandes no tengan estos
problemas en sus casas.
Malena Lede - Psicóloga
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