Los increíbles adelantos tecnológicos y los cambios
en los usos y las costumbres no son suficientes como para que la raza humana se
haya liberado del todo de los prejuicios.
Hombres y mujeres siguen conservando una faceta
pueblerina oculta que tratan de disimular actuando con desfachatez, pero sin
poder evitar sentirse en falta.
De nada vale imitar a los demás cuando esa acción los
hace sentir insatisfechos de sí mismos y los lleva a perder el equilibrio
emocional y a sentirse culpables.
Son pocas las personas que pueden decidirse a elegir
un propio código de valores y actuar en consecuencia siendo fieles a sí mismos,
la mayoría dicen lo que se dice y hacen lo que se hace copiando patrones de
comportamientos, que aunque no logren
comprender del todo, los hace sentir
incluidos y no aislados.
La mitad más uno desea sentirse integrado a un grupo
y sentirse amado y respetado aunque eso implique la pérdida de la libertad, por
eso necesita tener la experiencia de pertenecer.
Por todo esto en la cama fácil no se acuestan
solamente los protagonistas, también estarán presentes todos los fantasmas de la
historia personal, como los amigos que se quieren sorprender y los familiares que
se desean contrariar.
Compartir el lecho con un casi desconocido es
involucrarse en una aventura que no siempre se disfruta y que raramente termina
bien.
Sin olvidar las consecuencias que pueden tener las
relaciones ocasionales, es difícil para una mujer responder eficazmente cuando
no existe ningún vínculo afectivo ni ninguna historia.
La falta de experiencia puede impedir entregarse de
lleno a alguien que apenas se conoce; pero
aún contando con esa experiencia no se pueda evitar sentir el desconcierto de
no saber bien lo que va a suceder con quien no se tiene ningún lazo en común ni
referencia alguna más que el sólo impulso del instinto, que muchas veces el temor puede llegar a
traicionar.
Despertarse a la mañana, y verse al lado de un
extraño puede ser inquietante. Darse
vuelta y preguntarse ¿quién es este? es lo más usual, a veces sin poder
recordar nada de lo ocurrido obnubilados por el alcohol, porque rara vez una persona
común puede llevar a la cama a alguien que no conoce sin la influencia de una
copiosa borrachera.
El tedio de la vida cotidiana puede hacer que
cualquier mujer inexperta cometa una
estupidez sólo para sentir un cambio que la haga sentir viva.
La cama en común no tiene la respuesta a los
interrogantes que la abruman, sino los acentúa y les puede producir una
sensación de extrañamiento como si no fueran los protagonistas sino los
espectadores de una película.
Sin duda
alguna se necesita coraje para acostarse con un extraño y tener también cierto
grado de vocación suicida, cuando andan tantos locos sueltos hoy en día.
Malena Lede - Psicóloga
Publicar un comentario
Muchas gracias por participar de este espacio!