Del odio al amor hay un solo paso, lo único definitivo es la indiferencia.
Es imposible que una pareja joven no experimente
cambios emocionales en su relación y permanezca siempre en un idilio permanente
sin ningún altibajo.
Lo común es que el trato cotidiano y los avatares de
la existencia en algún momento los enfrente y que ambos se sientan heridos y
desilusionados.
Pensar en un amor sin odio es imposible porque el
amor y el odio son como las dos caras de
la misma moneda, es difícil separarlos.
Dos personas se conocen y se sienten atraídas como
un imán; se tratan un tiempo y se dan cuenta que son el uno para el otro, se
gustan y tienen afinidades y durante los primeros tiempos están cegados por el
amor y no pueden percibir las diferencias.
Si se trata de un hombre y una mujer ya de por sí
son diferentes sexualmente, cada uno con sus propias necesidades e intereses y
con una visión del mundo distinta.
Ambos tienen su propia familia, que puede ser numerosa
o no, con diferentes hábitos y con
distintos niveles culturales y económicos.
Pueden tener también amigos de toda la vida e
intereses no compartidos y haber tenido parejas anteriores importantes e
incluso hijos.
Unir estas dos historias personales y hacer un
producto nuevo para comenzar una nueva historia no es fácil porque ambos
intentarán hacer prevalecer la suya.
El ego es el mayor enemigo de una pareja, porque
implica competencia que ahonda las diferencias y que se traduce en el hecho constante
de estar midiendo en cada enfrentamiento las propias fuerzas.
Así, una pareja que comenzó unida por una atracción
que se convirtió en amor y que parecía eterno, de pronto se transforma en otra
cosa distinta.
Algunas personas, cuando se enamoran, se vuelven
posesivas y celosas, no pueden evitar
asumir el rol dominante y tratan de anular todas las iniciativas individuales
del otro.
No hay amor tan grande que pueda hacer que una
persona renuncie a su individualidad y se deje manipular por otro; porque al principio, se suele acumular el rencor y
el resentimiento pero luego se explota.
El amor posesivo no es amor es alienación, es querer
ser sólo uno cuando en realidad nunca dejaron de ser dos.
Aunque se sientan profundamente afectados por un
gran amor, no tengan hijos hasta poder ver con claridad quién es realmente el
otro, ese otro universo que puede parecer tan cercano y puede ser tan amado y
que sin embargo puede ocultar su sombra, la que todos tenemos y que sólo pueden
ver quienes nos conocen.
Malena Lede – Psicología Malena Lede
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