Relacionarse significa ser capaz de amar y de compartir, pero antes
de amar tienes que estar lleno de amor y antes de compartir hay que Ser quien se Es.
Muchas personas no saben qué significa la auto realización
de su propio potencial, permanecen vacíos, muertos, no se pueden relacionar.
Hacen lo que hace la mayoría, mantienen la distancia
porque quieren sentirse seguros y entonces poseen al otro como un objeto pero
no lo aman.
Relacionarse es respetarse no poseerse, es no
interferir en la libertad del otro. Esa
es la única manera de llegar a tener verdadera intimidad.
Pero normalmente todos tienen miedo y como el otro
representa un objeto de su pertenencia sienten celos, odio, ira y temor a la pérdida.
Esta relación puede parecer más segura pero es algo
sin vida que en algún momento dejará de interesar y comenzará a aburrir.
La vida es pura incertidumbre e inseguridad; el que
quiere vivir tiene que aceptar estar siempre en riesgo y el que desea crecer
tendrá que aceptar estar en constante peligro; y si una persona quiere amar de verdad primero tiene que Ser quien Es.
Cuando una persona se atreve a Ser quien Es, todo a
su alrededor se vuelve una relación y en primer lugar esa persona se podrá
relacionar por primera vez consigo misma.
Una relación es el encuentro de dos mundos, pero en
general sólo se encuentran las periferias. Para que la relación se vuelva íntima
también los centros tienen que encontrarse; algo muy arriesgado porque hace que las personas se vuelvan muy
vulnerables y temerosas.
La mayoría confunde el conocimiento superficial con
el amor pero ese tipo de relación suele ser solamente el encuentro físico de dos cuerpos.
La vida basada en el temor jamás puede llevar a una
relación profunda, porque el verdadero amor se arriesga y no tiene miedo al
futuro ni a los resultados, no calcula ni planifica, vive siempre en el
presente.
Por todo esto el verdadero amor es excepcional y
sólo puede manifestarse en una persona muy espiritual.
En general los amantes dependen mutuamente, tienen
miedo, se pelean, se explotan, se manipulan, se controlan, se dominan, pero no
se aman.
Cuando una persona ama de verdad está satisfecha y
no desea otra cosa; incluso a través de esa relación podrá conocer lo divino.
El amor superficial no es eterno y perece con el
tiempo porque es como todos los objetos, alguna vez se deterioran y desaparecen. Pero
cuando el amor es profundo y llega al centro siempre es joven y fresco.
En la relación amorosa siempre es uno el
responsable, no es el otro, porque si se le echa la culpa al otro no cambiará
nada y si se quiere cambiar algo, es uno el que tiene que cambiar.
Observarse a sí mismo es difícil porque significa
dejar el Ego y el orgullo de lado y exige abandonar el afán de poseer y dominar.
No hay que invadir el espacio del otro ni intentar
destruir su individualidad, porque ese suele ser el principal motivo de las
constantes peleas.
Hay que aprender a aceptar que el otro tiene pleno
derecho de ser feliz sin el otro e intentar alegrarse también aunque no
participe de esa felicidad.
Sólo el respeto mutuo es la base sólida del
verdadero amor.
Malena Lede – Psicóloga
Fuente: “El Libro de la Mujer” – Capítulo 7: “Relacionarse”;
Osho.
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