La forma de tomar decisiones puede transformar un
destino, porque toda decisión produce una serie de acontecimientos impensables
e imposibles de impedir que pueden cambiar el curso de la existencia.
Tomar decisiones es difícil porque implica renunciar
para siempre a lo que no se elige y es una responsabilidad porque compromete
para siempre.
La base que ayuda a tomar buenas decisiones es
conocerse bien, saber qué es lo que se
está dispuesto a perder, qué es aquello que más se valora y no se desea
malograr; o sea que la clave es saber qué ceder y a qué renunciar.
Desde el punto de vista neurológico, el cerebro es
perezoso, de modo que no hace esfuerzos innecesarios. Está programado para lograr la supervivencia
y una vez que está satisfecho ya no exige mucho más.
Si existen muchas opciones para elegir es probable
que el cerebro no se decida por ninguna, en cambio si se limitan las opciones,
menos se convierte en más y se pueden tener mayores beneficios.
Para el cerebro son más importantes los beneficios
que ganar más dinero, o sea que con respecto al trabajo, el cerebro prioriza tener
más días de vacaciones, una mejor oficina,
o un horario más flexible en lugar de un aumento de sueldo.
El miedo es una emoción básica humana que ayuda a
sobrevivir situaciones de peligro, pero puede alterar la conducta y el juicio;
por ejemplo el temor al daño físico genera desconfianza, la capacidad de razonar se limita y el miedo
que se siente obliga a luchar o huir.
El cerebro no puede prestar atención por mucho
tiempo, de modo que lo que más recuerda de sus experiencias con mayor nitidez
es el final. El final es lo que afecta
toda experiencia, por eso los finales pueden salvar una relación, una obra,
un libro y hasta un concierto.
Una imagen para el cerebro vale más que mil
palabras, aún si la imagen no tiene nada que ver con lo que se dice, porque las
imágenes y los colores son disparadores de emociones capaces de cambiar
nuestras decisiones.
Saber elegir es ser capaz de mantener una decisión que
desafíe el paso del tiempo, es aprender a perseverar y a eludir futuros
estímulos o estados de ánimo negativos que atenten contra ella.
Si permitimos que nuestro cerebro decida hará lo
mejor, porque al cerebro lo que más le importa es la supervivencia, no los
condicionamientos, las poses, lo que se usa o el qué dirán.
El cerebro es el producto del desarrollo humano a lo
largo de toda la historia de la humanidad, sabe lo que está bien y lo que está
mal y es capaz de decidir lo que es mejor en cada oportunidad.
Actuar con inteligencia nos hace más felices.
Malena Lede - Psicóloga
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