El desorden y la
suciedad en la vida de una persona reflejan
en primer lugar si es que ha adquirido en la infancia los elementales hábitos
higiénicos.
Si la enseñanza fue
escasa y esa persona no tuvo oportunidad
de aprender esos hábitos, obviamente le será más difícil aprenderlos siendo
adulto; pero si ésta educación ha sido demasiado estricta, también puede
afectar al individuo y llevarlo más adelante a hacer lo contrario .
Se puede dar ese
estado de desidia y abandono, después de
haber vivido una experiencia límite que puede llevar a un sujeto a
desinteresarse de sí mismo y de su entorno cuando se convence que su vida ha
perdido significado.
El abuso de alcohol
o de las drogas; la adicción al juego y a la vida fácil, puede provocar un
cambio en los hábitos higiénicos y estar indicando un estado depresivo, debido
a distintas causas, como por ejemplo, dificultades para elaborar las pérdidas, para
enfrentar problemas afectivos o laborales, por sentirse fracasado por no poder alcanzar objetivos
a veces demasiado ambiciosos, o sea cuando
en definitiva no se cuenta con los recursos necesarios para enfrentar las desilusiones
y las decepciones.
El desorden externo
está expresando un desequilibrio interno, no poder enfrentar la realidad como
es, cuando se tiene una imagen de sí mismo desvalorizada y con la convicción de
la inutilidad de cualquier esfuerzo.
El abandono
personal y del entorno es un mecanismo de defensa agresivo pasivo, o sea una
forma de ofender a quienes lo rodean y de hacerlos sentir incómodos con su
desaliño y descuido, tratando al mismo tiempo de llamar su atención.
En todo caso
siempre se trata de un problema psicológico más o menos grave según el nivel de
abandono.
Hay quienes
terminan pidiendo limosna y durmiendo en la calle; y no siempre se trata de
indigentes obligados por las circunstancias económicas, sino de personas que
por distintas razones han renunciado a participar en la sociedad en que viven y
por decisión propia se han auto marginados.
También no son
pocos quienes al convencerse de no haber podido realizarse en la sociedad en
que viven, buscan en el delito una forma perversa de trascendencia y se integran a grupos marginales que son por lo
general quienes los aceptan como son.
Las enfermedades
mentales que no son debidamente tratadas, también son causa de conductas
desordenadas y falta de aseo personal. La ausencia de inhibiciones hace que al
individuo no le importe su apariencia y se atreva a deambular sucio y sin la
ropa adecuada para la estación, muy abrigado en verano y con escasa ropa, en invierno.
También hay gente
perezosa que no está dispuesta a hacer ningún esfuerzo para estar presentable y
que elige vivir como un pordiosero hasta en su propia casa.
Esta es una
condición que se revela en el primer encuentro, de manera que si se decide entablar
un vínculo con una persona desaliñada y sucia, es porque se está dispuesto
a aceptarla tal como es, lo que con el paso del tiempo no resulta nada fácil.
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