En general, cuando
una persona se siente enferma o presenta algún síntoma de una posible
enfermedad, antes de consultar con un médico recurre a remedios caseros, a
menos que esos indicios de algo irregular sean graves.
Algunos remedios
caseros pueden tener una base científica como los tes de hierbas, otros pueden pertenecer a las artes
milagrosos de mano santas y curanderos.
Pero lo cierto es
que, aunque estos últimos no tengan todavía fundamento científico, a muchas
personas les hacen bien.
¿Cómo actúa el
efecto placebo? Nadie lo sabe todavía. Supuestamente actúa desde la imaginación
y depende de la actitud que adopta la persona afectada, a sus creencias y a las ganas que tenga de
vivir.
Es un potencial
cerebral que aún no se conoce pero que recién ahora se está estudiando con
seriedad; que aparentemente actuaría para
restablecer el equilibrio del cuerpo.
Después de todo, la medicina comenzó siendo el arte de los
hechiceros y de los brujos, que aplicaron los remedios provenientes de la
naturaleza por intuición.
Los brujos saben
que cuando el cuerpo sufre el alma es la que se enfermó primero, creen que todo
en la naturaleza tiene su espíritu y que a ese nivel se pueden lograr las
curaciones.
Todos los remedios
válidos científicamente, además de sus cualidades específicas terapéuticas también
actúan como placebos; porque es verdad que si creemos que nos van a hacer bien
el resultado será más satisfactorio.
Incluso tratándose
de un elemento inocuo, puede dar los
mismos resultados que un medicamento específico.
El médico mismo puede
ser un placebo, si su actitud frente al enfermo es positiva, si tiene capacidad
de empatía, si lo tranquiliza, si lo comprende y lo escucha con atención.
Me pasó a mi algo
curioso. La semana pasada fui a ver al cardiólogo que me atiende en forma
regular para cumplir con una visita de rutina.
Le comenté de paso,
que estaba sufriendo una inflamación del
nervio ciático y que me dolía la pierna al caminar y también en reposo, lo cual
no me dejaba dormir bien.
Le pedí que me
consiguiera un turno con el médico traumatólogo que él mismo me había recomendado
en otra ocasión, porque cuando yo logré
comunicarme con la secretaria me dijo que no tenía más turnos hasta bien
entrado el año que viene.
Como ese médico
atiende en el mismo edificio y a esa hora estaba atendiendo, mi cardiólogo se
tomó la molestia de ir a verlo para conseguir que le diera un turno en fecha
más próxima.
El traumatólogo
accedió y me intercaló entre sus pacientes para principios del mes de enero.
Ni bien conseguí el turno sentí que no tenía más dolor y hasta el día de hoy estoy mucho mejor.
Claro que una pastilla contra la alergia que tiene una pequeña dosis de
corticoides, que estaba tomando puede haber contribuido también a mi mejoría; lo curioso e inexplicable es que el dolor desapareció como por encanto ni bien me enteré que había
conseguido el turno.
Es común llegar al consultorio del dentista y descubrir que la muela ya no nos duele y cuando estamos enfermos, sentirse mejor cuando llega el médico.
Es innegable como
también inexplicable, que nuestra forma
de pensar y nuestras expectativas participen en gran medida en la curación; que
las creencias y que las motivaciones influyan en nuestro cuerpo tanto como la
droga que nos administra el médico.
Los placebos
representan el cúmulo de conocimientos, creencias, significados y tradiciones
que conservamos, que sin valor terapéutico científico producen una respuesta
del cuerpo positiva y que nos ayuda a curarnos.
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