ASESINATO EN EL CIRCO - (CUENTO)

 

 

 

 

   Eran gemelos idénticos que habían nacido en un circo fruto del amor de una pareja de trapecistas.

 

  Sus padres se habían separado cuando ellos tenían doce años; celos profesionales dijeron algunos, infidelidad dijeron otros, los demás no podían explicárselo.

 

  Decidieron repartirse sus bienes y también sus dos hijos, de modo que estos hermanos permanecieron alejados uno del otro muchos años.

 

   Crecieron en circos diferentes, pero aprendieron distintos oficios.  La vida de uno de ellos giraba alrededor de ese mágico escenario de arena, y se ganaba la vida como payaso, mientras el otro se convertía en un hábil empresario.

 

    Desde niños, como un juego, acostumbraban a reemplazarse mutuamente en sus roles y resultaba difícil para los que los conocían notar la diferencia.

 

   Parecía algo inocente pero una mirada más cuidadosa podía revelar en sus actitudes un inevitable deseo mutuo de ser el otro. 

 

   El azar o las vueltas del destino hicieron que se encontraran nuevamente ya mayores, después que sus padres hubieron muerto;  y decidieran formar una sociedad con el dinero que habían heredado y trabajar juntos en el circo.

 

   Esa inversión los hizo ricos, ya que el espectáculo que crearon se convirtió en uno de los más exitosos del condado.  

 

   Los que los conocían podían asegurar que vivían en perfecta armonía, sin embargo no reinaba entre ellos el amor sino la envidia, y aunque ambos a su manera habían logrado el éxito, ese maligno sentimiento fatalmente se apoderó de sus almas.

 

   Una noche, después de la función,  mientras todos se encontraban en sus carromatos  entregados al reposo y cuando un profundo silencio rodeaba la carpa del circo, una filosa hoja de cuchillo brilló en la oscuridad  y un certero impacto cercenó el corazón de uno de los hermanos que descansaba confiado.

 

   Recién por la mañana se descubrió su cuerpo bañado en sangre, sin señales de lucha en la pequeña casilla rodante. 

 

   El hermano mellizo no lloró en el funeral, sólo permaneció largo rato parado frente al cajón sin expresar dolor, pero en el fondo de sus ojos había una sombra.

 

El crimen nunca se llegó a esclarecer y tampoco nunca se supo con certeza, cuál de los dos  había fallecido..