EL PURGATORIO

   Era una tarde lluviosa en Buenos Aires.  Me encontraba sentada en un confortable sillón  frente al gran ventanal de un piso veintiuno, esperando a ser atendida por mi doctor.

   Mientras miraba distraídamente como brillaban las hojas de las plantas que había en el balcón, un ligero sopor se apoderó de mi y casi sin darme cuenta me dormí.

    Soñé que había muerto y que mi alma iba al Purgatorio.  Tal como describió el Purgatorio Dante Alighieri en su poema "La Divina Comedia", me encontraba al pie de una inmensa colina escarpada formada por la tierra acumulada al borde del abismo del infierno; que era un enorme hueco profundo y negro en forma de embudo.

   El lugar que me correspondía era la cornisa número uno, la reservada para los soberbios y orgullosos.

    Como no sabía que hacer y no había nadie a mi alrededor,  para defenderme y como señal de humildad, comencé a rezar el Padre Nuestro. 

    Tuve que permanecer en ese nivel atada a una pesada piedra durante mucho tiempo, para aprender a ser humilde, hasta que por fin quedé liberada y pude elevarme a otra de las cornisas, la número seis, destinada a los que, como yo,  en la vida habían sido glotones.  

  Allí me esperaban toda clase de privaciones y carencias y debía compartir el sitio con otras almas muy antiguas, que habían quedado escuálidas y con los ojos hundidos por el ayuno tan severo, por haber cometido el pecado de la gula.

  Semejante extrema penitencia que tuve que cumplir en el Purgatorio por cada uno de estos pecados, tuvo la duración de una vida, hasta que finalmente todo acabó, cuando al Altísimo sabe que las lecciones han sido aprendidas. 

   Justo cuando iba a entrar al Paraíso, donde me esperaba amablemente la Virgen María, escuché un trueno y pude ver a Dios en carne y hueso, envuelto en una nube dorada resplandeciente.  

  Pero no tuve tiempo para otra cosa porque me desperté y estaba nuevamente en este mundo que no elegí, viendo un rayo de Sol que se estaba atreviendo a salir detrás de los nubarrones. 

Malena Lede