CITA A CIEGAS - CUENTO BREVE

Miraba sin ver la lluvia que no cesaba de caer mientras saboreaba un café en el bar de esa esquina, que sería el lugar del encuentro.  Se maldecía por ser siempre la primera en llegar, no vaya a ser que él pensara que estaba desesperada por verlo.  Pero es que aprovechó para salir justo cuando parecía que iba a despejar, pero ahora de nuevo estaba lloviendo. 

Un hombre joven acababa de entrar.  Alejandra se quedó sin aliento, ya había cumplido cincuenta pero parecía de treinta.  No importa, pensó, los hombres envejecen más rápido y además se mueren antes. 

Él parecía buscar a alguien y sin reparar en ella ocupó otra mesa.  Al verlo de espaldas, se dio cuenta que no tenía una camisa a cuadros como le había dicho, así que no era Gustavo. 

Hacía dos años que se conocían por Internet pero ella nunca había querido conocerlo.  Sabía que estaba loca, que se había enamorado de una casilla de correo y ahora tenía miedo,  porque no quería desprenderse de la imagen de un  hombre que sólo existía en su cerebro. 

Entró alguien más, aún más joven que el anterior, - por Dios, tiene una camisa a cuadros,   es él, tragame tierra, no quiero que me vea que soy tan vieja para él.  Pero Gracias a Dios, éste tampoco era, porque pasó a su lado sin ver el libro que estaba sobre la mesa como contraseña. 

Cuando ya estaba por levantarse para irse, un señor que estaba sentado frente a ella, ocupando la mesa  al lado de la pared, le hizo una seña con la mano.  No lo podía creer, tenía una camisa a cuadros y era un hombre de más de cuarenta.  -Cómo se atreve? Se preguntó, engañarme así como a una colegiala.  Lo miró con odio mientras él se levantaba y se acercaba.  

-Soy Gustavo.  Qué tal Alejandra, sos la persona que justo había imaginado, y le dio un beso en la boca con descaro. 

- No era muy alto, pero tenía un cuerpo fuerte y robusto, ojos celestes, pelo rubio y  una sonrisa de oreja a oreja que dejaba al descubierto unos dientes muy blancos.  

Esa sonrisa,  sí la había imaginado y entonces le pareció que era alguien que conocía hacía mucho tiempo y se sintió muy cómoda; tanto que hasta hubiera sido capaz de abrazarlo.

Malena Lede