EL MIEDO A LA MUERTE
Las personas que están a punto de morir
dejan de sufrir, sus rostros se transforman, sus cuerpos se relajan y sus caras
se tornan plácidas y tranquilas. Antes
de la muerte inminente ninguna persona se desespera, como si por fin hubieran
llegado a su destino.
Yo creo que cuando se deja de respirar, las
almas se liberan del cuerpo y vuelven a formar parte del todo.
La naturaleza hace que en el momento de la
muerte física el cerebro segregue endorfinas, que son las hormonas de la
felicidad, para que el tránsito sea placentero y libre de sufrimientos.
Los cirujanos suelen ser testigos de
experiencias espirituales de quienes están a punto de morir en un quirófano,
fenómeno que se opone a su formación rigurosamente científica que los obliga a
intentar descubrir cuál podría ser la
explicación racional de esos sucesos.
El miedo a la muerte es el miedo a lo
desconocido porque vivimos aferrados a una realidad limitada por la materia,
sin plena conciencia de nuestra finitud,
encerrados en nuestros pequeños mundos de significados que están en
perpetuo cambio, luchando para superar todos los tropiezos que nos impiden cumplir
nuestros sueños.
Somos seres racionales, sin embargo, gran
parte de la humanidad tiene la intuición de la existencia de Dios. ¿De dónde proviene esa idea común que
tienen tantos individuos sobre la existencia de Dios?
Otros buscan razones científicas para
explicar las regularidades que se observan en la naturaleza y las leyes que
cumplen los fenómenos naturales. Pero
¿quién hace posible esa maravillosa armonía que existe en el universo? ¿Cómo explicar las experiencias de personas
que durante un procedimiento quirúrgico en el que permanecieron anestesiadas,
fueron capaces de presenciar la operación, de escuchar las conversaciones de
los cirujanos, o de observar a sus familiares en la sala de espera detrás de la
puerta del quirófano?
Ante este indescifrable misterio, las religiones
tienen una respuesta espiritual. Existe
un Dios creador y cuando partimos de este mundo volvemos a Él, o bien nos
volvemos a reencarnar infinitas veces hasta haber cumplido con nuestra total
evolución.
El fenómeno de la vida es un gran enigma que
se nos revelará cuando dejemos de existir; aunque el espíritu también se puede
revelar cada vez que ocurre un milagro.
Hoy en día la ciencia ha descubierto que
además de la realidad material, en la naturaleza también existe un campo
cuántico, donde la energía se transforma en materia; y un campo virtual, que
está más allá del tiempo y del espacio, el útero de la creación, el origen del
universo.
Desde el punto de vista científico, el
cuerpo es energía materializada, tal como lo sintetizó el famoso físico
matemático Albert Einstein (1879-1955) autor de la teoría de la relatividad,
con su conocida fórmula E=m2 (la energía es igual a la masa a la velocidad de
la luz al cuadrado).
La energía es eterna y está compuesta por una
partícula y una onda, o sea por energía e información. La materia se crea, desaparece y se vuelve a
recrear eternamente.
Según esta teoría el tiempo no existe como un
absoluto sino en relación al espacio, o sea que a escala astronómica, pueden existir universos en otros espacios
muy distantes al nuestro, con sus
propios tiempos.
Ciencia y religión son dos formas de
intentar entender la realidad de la vida en la que lo sagrado, no sólo es una creencia sino que también
tiene su propio espacio.
El cerebro humano es capaz de conectarse con
la luz de la conciencia pura, puede curar y hacer milagros.
Todos deseamos creer en Dios, pero para poder hacerlo es necesario evolucionar y acceder a otros niveles de conciencia, ya sea por medio de la fe, la meditación, la introspección, o la contemplación, sistemas que pueden ayudarnos a alcanzar la iluminación y llegar a conocer lo sagrado.
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