CAPÍTULO VIII
UNA VIDA DIFERENTE
Nadie hubiera podido imaginar que esta pandemia podía cambiarle la vida a tanta gente. Sin embargo, fue tan devastadora como una guerra o como un cataclismo, porque lo cambió todo.
Estar tres años sometidos
por la amenaza de un enemigo en acecho exigió mucha entereza y paciencia; y estar
dispuestos a pasar días y días encerrados, enfrentando el miedo constante a
contagiarnos una enfermedad que podía matarnos.
Nos acostumbramos a vivir en la cuerda floja
haciendo equilibrio todos los días, cuidando nuestros movimientos y
desconfiando de todos. Sin embargo, poco
a poco llegó la calma y de pronto, casi sin poder creerlo pasó el mayor peligro
y lentamente todos tuvimos que recuperar el ritmo perdido, retomar nuestras
vidas cotidianas casi olvidadas, sin altibajos, sin ansiedades, sin miedos, la
rutina de cada uno en su trabajo, los viajes de ida y vuelta a las oficinas, a
los talleres, a los negocios, a las fábricas, a los consultorios y hospitales, y a clase los maestros, profesores y alumnos.
Sin embargo, las cosas no son iguales, queda
una cierta nostalgia del abandono obligado de la rutina diaria que en muchos
casos creó en muchos un replanteo sobre la trayectoria de sus vidas y nuevas
dudas sobre sus antiguos proyectos y sembró el germen del deseo de cambiarlo todo.
Tal vez, esta experiencia hasta tuvo el poder
de revivir antiguos proyectos que fueron abandonados en el pasado por miedo a
arriesgarse.
La pandemia puso en evidencia que el peligro
siempre existe en esta vida, que ese peligro tiene más
caras de las que podemos imaginar y que no siempre depende de nosotros.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, muchos
soldados que pudieron volver a sus hogares sanos y salvos, sintieron una gran nostalgia
de las peligrosas aventuras vividas en el frente y no pocos tuvieron que recibir ayuda
psiquiátrica para poder adaptarse nuevamente a la monotonía de la vida diaria.
Las experiencias intensas que ponen en juego
la vida suelen dejar huellas que pueden permanecer mucho tiempo e impedir
disfrutar de la vida sencilla, del trabajo y de la familia, aunque también
pueden llevar a animarse a correr
mayores riesgos, a cambiar de planes o de estilo de vida.
¿Será que la proximidad de la muerte puede
darle un mayor sentido a la vida que muchas veces transitamos anestesiados por
los hábitos, las obligaciones y las rutinas?
La pandemia, como una guerra, no
pasará desapercibida, porque ha cambiado al mundo de muchas formas e inevitablemente también ha dejado huellas indelebles en cada uno de nosotros,
Como toda experiencia colectiva ha dejado un saldo que con el tiempo se verá reflejado en el mundo, en la conducta y en las decisiones de cada uno de alguna manera.
Mientras tanto, no tengamos más miedo de circular por las calles sin barbijo, de sentarnos en un bar a tomar un café, de comer en un restaurante o de ir a un cine o a un teatro. Ya hemos logrado la inmunidad de rebaño y si a pesar de las vacunas el Covid19 nos ataca, sería muy raro que pueda ocasionarnos un gran daño.
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