LOS APURADOS - Psicología Malena Lede

 

  Estamos en la era de la velocidad y vivimos la vida con rapidez; comemos rápido casi sin masticar, caminamos rápido, trabajamos rápido porque todo lo que tenemos que hacer es para ayer. 

  Es la era de la comida rápida y de los viajes relámpago y si no nos apuramos nos sentimos culpables por perder el tiempo, porque hasta el reloj parece correr más rápido.

  Pocos son capaces de atreverse a perder el tiempo porque al hacer se le asigna más importancia que al Ser.

  La naturaleza nos muestra de todas formas que estamos equivocados; los embarazos todavía duran nueve meses, el Sol sale y se pone cuando corresponde, el agua hierve a los 100 grados, los días tienen 24 horas y sin duda alguna llegan puntualmente las estaciones;  sin embargo, ahora el tiempo no nos alcanza, las horas parecen pasar más rápido y los días nos parecen más cortos.

 Es que tenemos muchas más actividades que las que tenían nuestros antepasados, que hacían todo a mano a fuerza de pulmón y yendo caminando a todos lados.

 El apuro es ansiedad, es no poder disfrutar del momento presente y estar siempre pensando en el futuro.

 Está comprobado que hasta en la música clásica actualmente los compases se ejecutan a un ritmo más rápido.

 La rapidez no permite disfrutar de los momentos gratos, porque no tenemos tiempo de distendernos, ni de mantener charlas triviales con amigos sin mirar el reloj, ese adminículo que nos esclaviza y nos limita.

  La paciencia es una virtud en desuso, entonces nos pone nerviosos tener que esperar y pretendemos que todo lo que queremos sea ya, la velocidad nos domina y todos queremos llegar antes, ser los primeros, dejar a los otros atrás.

  Los choques en las carreteras se producen porque hay dos conductores que quieren pasar primero, como si se tratara de una carrera y dejar pasar al otro bajara tanto la autoestima como si se tratara de un fracaso más de la vida.

  Por eso, está tan difundido el hábito de aprovechar el tiempo al máximo haciendo dos cosas al mismo tiempo, cosa que es imposible porque siempre el resultado es que alguna de las dos cosas no se logra hacer bien.

  Así, con un ojo miramos nuestra serie favorita por la televisión y con el otro terminamos el último balance o escribimos una carta o aprendemos inglés o hacemos la comida.

  Quizás esta sea la manera de no pensar, porque los pensamientos nunca nos abandonan, aún estando muy ocupados haciendo dos cosas al mismo tiempo.

  Sin embargo, con el suficiente entrenamiento podemos liberarnos de los pensamientos si aprendemos a meditar, que precisamente significa dejar de pensar.

  Con la relajación del cuerpo llega poco a poco la calma, o sea alcanzar esa paz que anhelamos en un mundo en que la acción está tan sobrevalorada y la paz no existe.

Malena Lede