Vivimos en una época en que los roles familiares están cambiando; y la gran mayoría de los hombres no lo acepta.
Los seres humanos nos consideramos una especie superior, porque somos seres racionales con la capacidad de elegir y en cierta medida nos hemos independizado de los instintos.
Pero como todo cambio en la naturaleza tiene una consecuencia inmediata, no siempre favorable a la evolución.
Los animales, son buenos padres a pesar de no haber podido elegir tal condición. Actúan por instinto, nos muestran cómo cuidan a sus crías en sus nidos cada uno en su rol y hasta dónde puede llegar el instinto materno.
El estudio de la conducta de los animales y de los humanos, ha revelado que a diferencia de lo que ocurre con los animales, la familia está atravesando una profunda crisis. Muchos niños no han podido establecer el necesario vínculo con la madre al nacer, en gran parte por priorizar otros intereses en lugar de los sentimientos.
La indiferencia destruye la unión familiar y produce en los jóvenes frustración y tendencia a la agresión.
Hoy es fácil deshacerse de los impulsos naturales y alejarse de de los hijos para conquistar distintas quimeras laborales o intelectuales, porque todo está permitido y las sociedades actuales, donde prevalece el anonimato permiten dejar de lado los valores morales.
Las necesidades psíquicas actuales de los hijos sólo podrían ser satisfechas si los padres volvieran a ofrecerles la unión familiar que tanto necesitan.
La transformación de este mundo lleno de maldad y egoísmo en un lugar pleno de amor y altruismo sólo la puede realizar el amor de la madre y del padre por sus hijos, porque esa persona que no ha sido amada no podrá brindar a sus propios hijos el amor que necesitan..
Esta triste condición del mundo actual hace que la gente sólo se sienta inclinada hacia la satisfacción propia, disfrutar del momento, no teniendo responsabilidades y siendo libres de toda atadura.
El gran enigma del instinto maternal en los animales hace que a pesar de los dolores del parto, en lugar de vengarse de aquel nuevo ser que sale de su cuerpo, comienzan a sentir un maravilloso impulso de cuidarlo y darle todo su cariño.
Actualmente se sabe que el instinto maternal surge por la activación de las glándulas que producen hormonas que favorecen el sentimiento de amor hacia los descendientes, incluso se ha comprobado que inocular a los hombres con esas hormonas podría producir en ellos una mayo necesidad de acercamiento hacia sus hijos.
Claro que actualmente, con el avance de la civilización tanto el hombre como la mujer parecen haber perdido los instintos y con ello la necesidad de formar una familia.
Los hijos de los seres humanos no deseados sufren mucho la frialdad de sus padres, pueden perder el deseo de seguir viviendo, enfermarse continuamente y perder el interés en procrear él mismo cuando crezca.
Entre los animales es diferente, porque ellos no saben que van a tener una cría ni pueden relacionar la relación sexual con un nacimiento. Sin embargo, ni bien nace, se despierta en ellos una fuerza extraordinaria para defenderlos y hasta son capaces de renunciar a sus propios intereses y placeres por amor a ellos.
Las madres que abandonan a sus hijos, principalmente en las grandes ciudades, desarraigadas y separados de la naturaleza, es probable que hayan recibido el mismo trato.
El amor que se ha recibido de la propia madre y el concepto de familia que se vive desde la infancia con un padre y una madre unidos, es la base del amor al prójimo. Lo contrario ha producido el nacimiento del individualismo.
Por esta razón, en un mundo donde se ha perdido en gran parte el concepto de familia y en que para los padres el embarazo representa un obstáculo para sus propios planes, no se puede esperar que reine la paz y la concordia; sólo existirá el odio al otro, ya sea por su color de piel, por su pobreza, por ser extranjero, gordo, pequeño, rubio, morocho, etc.
La discriminación proviene del complejo de inferioridad por no haber sido amado, que se expresa proyectándolo en el otro por no poder aceptarlo.
Malena Lede
Bibligrafia: "Calor de hogar", de Vitus B.Droscher. Edit. Planeta, 1983.
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