El Dolor de separarse




La separación de una pareja difícilmente sea una experiencia que se pueda vivir con indiferencia, la mayoría, tanto hombres como mujeres, sea cual sea el motivo, suelen sufrir el dolor de la pérdida con la misma intensidad.

La mayoría de las veces, la ruptura de una relación puede ser algo esperado, pero a veces puede desconcertar y sorprender a alguno de los dos.

Toda ruptura, tanto sorpresiva como acordada provoca una crisis y exige elaborar el duelo; no solamente por la pérdida de la pareja sino por todo lo que se pierde con ella, como el status, la compañía, la colaboración económica, a veces el lugar de residencia, la tenencia de los hijos si los hubiere, las amistades, el estilo de vida, etc.

La sensación que provoca un rompimiento es de vacío, aislamiento, depresión y desilusión.

La mente tiende a recordar los momentos felices y a minimizar las experiencias de fracaso y surge la necesidad de volver a revivir el pasado.

Puede mantenerse la fantasía de una reconciliación, de volver a tener la oportunidad de ser diferente y de tener la posibilidad de ser felices juntos, pero estos sentimientos pueden reducir la fortaleza para seguir adelante para poder inventarse otra vida.

Los cambios son difíciles de superar cuando la gente se aferra al pasado y lo idealiza, hasta que se da cuenta que las cosas son irreversibles y que no hay vuelta atrás. Entonces es cuando sobreviene un estado depresivo aún mayor que el que suelen sentir al separarse.

Este es un proceso que les ocurre a todos los que se separan por una u otra razón, incluso a aquellos que fueron los que quisieron la ruptura.

Negar situaciones insostenibles por el miedo a la pérdida tampoco es la solución, porque debilita y baja la autoestima por ser incapaces de valorarse y empezar de nuevo.

A veces una ruptura representa el fin de la vida amorosa para muchos porque creen que ya no van a poder amar. Se transforman así en seres desconfiados y temerosos que no desean arriesgarse con otra relación y que prefieren la soledad y la autocompasión.

Esa fijación a la experiencia dolorosa puede revertirse si se reflexiona y una vez elaborado el duelo pueden pensar que no todas las relaciones son iguales ni implican necesariamente tener que pasar por lo mismo.

El pasado sirve para aprender a no cometer los mismos errores, a no enamorarse siempre del mismo tipo de persona que por alguna razón que no comprendemos nos hace infelices.

Las pérdidas inauguran un nuevo comienzo y la oportunidad de cambiar de actitud que es lo único que hace que la vida cambie.

La vida es un cambio perpetuo y pretender que todo siga igual aún cuando las personas sean diferentes es una utopía.

Es probable que algunas rupturas sean la consecuencia de llevar una vida monótona y aburrida que es aquella que tiene una persona que se niega a crecer, que se vuelve previsible y deja de sorprender.

Si las personas no intentan realizarse como personas tampoco la pareja que conforman se realiza, convirtiéndose en un vínculo de dos que apenas se soportan.

Si los individuos no cambian y no se desarrollan la pareja tampoco cambia y se agota.