La Procrastinación o el hábito de postergar las obligaciones




La Procrastinación o hábito de postergar las obligaciones puede convertirse en un hábito en todos los aspectos de la vida.

La idea de que primero están las obligaciones y luego las gratificaciones, parece obsoleta, porque la tendencia a postergar los compromisos para hacer en su lugar algo más divertido está tan  difundida que afecta a la mayor parte de la población mundial.

Si bien se logra tranquilidad al tachar algo de la agenda y pasarlo para otro día, puede ser una costumbre que a último momento, cuando ya no se puede postergar más una diligencia,  se hayan acumulado compromisos ineludibles, mutuamente excluyentes, quesean imposibles de cumplir.

Todos sabemos que postergar algo para hacerlo luego, más tarde o al día siguiente,  tal vez nunca se concrete y que cada postergación tiene sus consecuencias.

El hábito de la postergación o procrastinación, puede provocar la falta de pago de una factura, la inasistencia a la hora convenida a una reunión importante;  el olvido de fechas familiares significativas con el consecuente distanciamiento de la familia y de los amigos o el hecho de dejar pasar buenas oportunidades por haber postergado varias veces una cita.

Cuando estamos atiborrados de trabajo, la tentación de eludir ciertos compromisos es irrefrenable, y así vamos extendiendo los plazos de estos eventos hasta el límite de quedar irremediablemente eliminados de nuestras agendas.

La ansiedad por estar demasiado ocupado puede ser el detonante que obligue a desplazar los compromisos contraídos para el día siguiente, la semana entrante o el mes que viene; pero también se debe a la gran cantidad de oportunidades recreativas que existen hoy en día gracias al avance de la tecnología, a través de los distintos medios de comunicación.

Un monto normal de ansiedad nos acerca a los objetivos pero cuando ésta excede nuestra capacidad de tolerancia nos aleja de ellos.

Vivimos en una sociedad donde la mayoría sufre de exceso de ansiedad, provocada por la intención de cumplir con todo, pero también donde existe lo contrario, o sea la abulia de no tener ningún proyecto y de no creer en nada, como puede pasarles a algunos jóvenes.

Los límites se tocan, porque ambos, de distinta manera están huyendo de sí mismos.

El hábito de la postergación puede generar consecuencias negativas en el ámbito laboral, en el rendimiento y en las relaciones de todo tipo y lo que más atenta contra este flagelo no es tanto estar tapado de trabajo sino dejarse seducir por la gran cantidad de distracciones al alcance de la mano que hace que la voluntad flaquee y se renuncie a una obligación para ceder a una tentación.

Borrar los compromisos de una agenda no los elimina de la mente, porque ésta opera como una computadora registrando para siempre lo que se elimina,  en su propia papelera de reciclaje,  bajando la autoestima y haciendo sentir incapaz al que se atreve.

La tendencia a postergar una tarea es inversamente proporcional a las  expectativas de éxito y al valor que se le asigna a esa tarea; y directamente proporcional al hábito de dilatar las obligaciones y a la falta de responsabilidad por las consecuencias.

Fuente: “LNR”;  agosto/2012; “Mañana es demasiado tarde”; Martina Rua.