Osho, sobre el amor eterno




El amor puede existir en la dimensión de la eternidad, que es el presente, pero no en la dimensión del tiempo.

Cuanto más desarrolla el intelecto, el ser humano sólo vive en la dimensión del tiempo, por eso el amor, hoy en día,  no dura mucho y termina, porque la mente no sabe nada sobre la eternidad. 

El que conoce el amor eterno también conoce a Dios.

Cuanto más culta y educada es una persona  más probabilidades existe de que se divorcie, porque se da cuenta que se aburre y prefiere terminar porque cree que cambiando de pareja será diferente.

Sin embargo, aunque este proceso se repita varias veces, incluso las personas muy inteligentes no aprenden y continúan sin interpretar la voz del corazón.

La voz del corazón es eternidad y la voz de la mente es tiempo y para la mente el presente no existe porque vive en el pasado y en el futuro.  La mente solamente se da cuenta del presente cuando ya ha pasado, porque no es consciente y no está atenta.

La dimensión de la eternidad es salir fuera de la mente, es abandonar los pensamientos,  los sueños, los deseos, el pasado, el futuro y el tiempo, donde no hay imaginación ni memoria y todo está en silencio.

Entonces se puede ver el presente eterno, porque el presente no forma parte del tiempo, es el ahora, es parte de la eternidad.

El amor en la dimensión del tiempo no es amor es un estado orgánico, psicológico y fisiológico, pero no es eterno, no pertenece al ser esencial ni es un anhelo del corazón.

Millones de personas viven sin interpretar a su corazón, como si amaran pero vacíos por dentro.

El amor eterno es una clase diferente de amor  que no muere con el tiempo.  El amor que se vive en el tiempo muere siempre como todas las cosas de este mundo y en ese caso hay que dejarlo ir porque está muerto.

El amor eterno es sabiduría, eleva a la persona y le da la capacidad de amar todas las cosas; y esta comprensión del amor eterno se puede lograr con la meditación.

El amor es maravilloso y doloroso, es miseria y es gozo, porque es del cielo y de la tierra, de lo visible y de lo invisible.  La tierra es su agonía y el cielo es su éxtasis.

Sin embargo, no hay que renunciar al amor pero sí se lo puede transformar en amor eterno, convirtiendo lo inferior en superior.

No se trata de renunciar al sexo sino de transformarlo.  El sexo no necesita ser solamente biológico, se le puede dar algo de espiritualidad para que sea una práctica de cuerpo y alma.

El amor que pertenece a la dimensión del tiempo es doloroso, amargo,  implica insatisfacciones muy profundas y en lugar de hacer feliz a una persona hace que cada día que pasa esté más y más descontenta.

No obstante, no hay que renunciar a él para poder darse cuenta de que es necesario trascender la dimensión del tiempo.

A nivel de la mente los amantes nunca serán uno, solamente a nivel del corazón podrán volverse uno, pero no en forma permanente, porque no es necesario ser uno, solamente hay que descubrirlo.

Fuente: “Vida, Amor y Risa”; Osho.