Terapia de autorrenovación


Una terapia de autorrenovación consiste en hacer los esfuerzos necesarios para adaptarse a la realidad y hacer frente a las exigencias de la vida, intentando reducir las experiencias negativas y cambiando la manera de ser en el mundo.

A lo largo de la vida vamos estructurando un modo de sobrevivir, evitando las vivencias que nos pueden hacer daño y tratando de tener algunas satisfacciones.

Esta manera de ser forma parte de nuestra identidad, que construye la forma en que vemos el mundo y cómo deseamos vernos a nosotros mismos.

Esta estructura está formada por las distintas maneras de controlar la angustia, que llamamos resistencias.

Unas resistencias se relacionan con la elaboración de las pérdidas, con el temor a la sexualidad, a ser improductivo, a ubicarse en el mundo, a relacionarse o a no poder cumplir con las expectativas propias o ajenas; otras formas de resistencias son las existenciales, como el miedo a la muerte, al cambio, a la responsabilidad, al aislamiento, o al sin sentido del universo.

Las primeras resistencias pueden ser encaradas en una terapia de renovación en forma satisfactoria, pero las existenciales pueden no quedar libres de resistencias ni de represiones, porque es algo más profundo que depende de la cosmovisión de cada sujeto, o sea de su forma de pensar.

Sin embargo, algunos individuos pueden estar dispuestos en una terapia a ir más allá y enfrentarse a su angustia existencial, provocada por el problema de la existencia misma y bucear en su interioridad sin obstáculos.

Pero para poder ver la vida de otro modo, tienen que aflojar sus estructuras, lo que puede provocar en quien se atreve a llegar tan lejos, una crisis.

Esta posibilidad permite liberarse de la identificación con el sí mismo que es lo que limita la libertad, lograr la emancipación existencial y ser una persona nueva.

De esta manera se puede aceptar una forma de ser en el mundo que se adecúe a las circunstancias vitales, pero con la capacidad de abandonarla eventualmente si es necesario.

Darse cuenta que la identidad es un proceso y no una entelequia fija, puede generar un vacío difícil de enfrentar pero también permite darse cuenta del milagro de la libertad.

Este fenómeno no se da solamente en una situación terapéutica sino que también se puede experimentar espontáneamente en situaciones límites que hacen tomar conciencia del vacío del mundo, pero que también permite atreverse a cambiar en forma drástica.

El mundo que vemos es una construcción de la percepción en el cual creemos y la cual aceptamos desde la infancia y esencialmente es como nos lo han enseñado.

Otras culturas ven el mundo de una manera diferente, que no son mejores ni peores que nuestra visión, pero que también son válidas.

Si la identidad es un proceso basado en una construcción aprendida, entonces es algo que se puede modificar momento a momento, permitir ser totalmente diferente; y descubrir el poder del presente, porque solamente en el presente estamos vivos.

Cada minuto de la existencia somos libres de elegir, de comparar una posibilidad con otra, estando dispuestos a pagar el costo.

Solamente en el presente, puedo hacer que mi vida sea diferente.

Fuente: “Más allá del ego”; Abraham Maslow y otros.