Niños Llorones



Los niños son muy inteligentes desde que nacen. Hasta ese momento estuvieron muy cómodos en el vientre materno, pero ni bien salen al mundo se dan cuenta que el ambiente es hostil y que se tienen que esforzar para conseguir lo que quieren.

El llanto es su primera respuesta a las incomodidades que le produce el frío, el calor, el hambre y el aislamiento, por eso, un bebé recién nacido, cuando está despierto, llora gran parte del tiempo.

Ni bien nace su hijo, cualquier madre aprende a comunicarse con él a través de su llanto y puede identificar cuál es su necesidad inmediata en función a la forma en que llora.

El niño satisface de esta manera sus necesidades pero también se condiciona, o sea, aprende qué es lo que tiene que hacer para tener lo que desea.

Sin embargo, no siempre tiene razón un niño que llora, porque a veces utiliza ese rudimentario lenguaje para satisfacer caprichos.

La madre tiene que aprender a discriminar cuándo el llanto de su hijo se refiere a una necesidad y cuándo se trata de un capricho y actuar en consecuencia; por ejemplo, dándole un chupete para calmarlo, si le parece que quiere volver a comer aunque haya comido hace media hora.

El rol de una madre y de un padre comienza desde que su hijo nace y el niño tiene que ir aprendiendo, de entrada, quiénes son los que mandan.

En el reino animal, las crías dependen generalmente de su madre, quien se esmera en atender sus necesidades pero no sus caprichos, porque no tiene reparos en poner en su lugar a la cría que se extralimita.

Un niño llorón cuando, por ejemplo, ya tiene cuatro años, ha aprendido desde muy chico a que con su llanto puede conseguir cualquier cosa que se le ocurra, de modo que para controlar esta situación que se puede volver muy desagradable, la madre tendrá que comenzar a asumir su rol con mayor firmeza y ponerle límites.

Es difícil ponerle límites a un niño chico, porque a todas las madres les da pena ser severa cuando a la vez su hijo se muestra tan tierno y gracioso; pero así, sin darse cuenta, al responder a todos sus caprichos, lo está convirtiendo en un tirano.

Los hijos, si no conocen los límites siendo chicos, en la adolescencia no respetarán a sus padres, harán lo que quieran y es probable que hasta lleguen a pegarle a su madre, como lo confirma la crónica diaria.

Serán personas quejosas, siempre descontentas porque no se sentirán cómodos en ningún lado y menos en la escuela que es donde tienen que aceptar normas.

Los padres son los encargados de poner las reglas en el hogar y hacer que se cumplan; y si sus hijos las trasgreden tendrán que darles una penitencia no demasiado severa,(que también ellos puedan cumplir) que sus hijos deberán conocer de antemano.

Los niños deben saber que siempre su conducta tendrá una consecuencia y que si no se comportan según las reglas del hogar tendrán una penitencia.

Los padres tienen que actuar con firmeza y con la convicción de estar haciendo lo correcto, no permitiendo por ninguna razón que queden penitencias sin cumplir.

Aún el comportamiento de los niños en otro ámbito fuera del hogar, es una cuestión que no debe pasarse por alto y que los padres tienen que resolver poniendo penitencias en el hogar, como los berrinches en la calle para que le compren cosas o llantos injustificados si no les dan todos los gustos.

Existe una generación que tiene muchas dificultades para asumir el rol de padres, con el pretexto de que el trabajo los obliga a estar muchas horas fuera de casa, pero el trabajo no ha sido nunca un motivo para no ponerles límites a los hijos.

Los niños hacen lo que hacen los padres, y la mejor manera de educarlos es con el ejemplo; y hoy en día hay muchos padres y madres que tampoco tienen límites.

Cuando no se está dispuesto a asumir la responsabilidad de educar a los hijos, se pueden evitar fácilmente los embarazos eligiendo el control de natalidad más adecuado y no tener descendencia
Malena