Niños al volante, peligro de muerte



Muchos padres creen tener hijos con aptitudes adelantadas para su edad y se ufanan entre sus parientes y amigos afirmando que son capaces de manejar un auto, una moto y obviamente el tradicional cuatriciclo de la  época estival cuando toman sus vacaciones y van a la playa.

Pero esas vacaciones pueden ser las últimas para sus hijos que podrán malograr sus vidas por el exceso de confianza que le tienen sus padres en cuanto a sus habilidades para conducir.

Recientemente se produjo un accidente con un cuatrociclo, en una playa de la costa atlántica, falleciendo un niño de diez años que acompañaba a quien lo conducía, un joven de 15.

Todos saben que a los 15 años no está permitido conducir un vehículo, sin embargo, muchos padres no consideran que un cuatriciclo en una playa sea un vehículo peligroso aunque desarrollen velocidad suficiente como para producir un grave accidente.

Los médanos en las playas atlánticas no son fijos sino móviles en función al viento, de modo que cambian en forma constante y no se puede saber con anticipación qué es lo que hay detrás de ellos.

Estos chicos no pudieron prever que la barranca formada del otro lado del médano que transitaban, tenía un ángulo de noventa grados, lo que produjo el vuelco del cuatriciclo, de más de doscientos kilos de peso,  el cual  lamentablemente cayó sobre ellos.

Esta experiencia nos lleva a cuestionar nuevamente el problema de los límites.

Tanto los niños como los jóvenes menores de edad tienen que tener límites y para eso están los padres, que por su edad y experiencia saben más que ellos.  Sin embargo, con el ánimo de no negarle nada a los hijos, por distintas razones personales, se arriesgan a que pierdan sus vidas en accidentes que pueden ser, como en este caso, fatales.

El niño acompañante falleció a los diez años, pero el joven que conducía el cuatriciclo tendrá que vivir con eso el resto de su vida y no le será nada fácil superarlo.

Estamos viviendo una época en que tanto los niños como los jóvenes gozan de un exceso de estímulos, sin límites, que lejos de hacerles la vida más grata los pone en situación de peligro.

En otros aspectos, también el avance de la tecnología hace que muchos menores se conviertan en adictos a los medios audiovisuales, a los juegos electrónicos y a pasarse gran parte del día conectado a las redes sociales a través de Internet.

Como todas las adicciones, una vez adquirida será muy difícil liberarlos de ella y tendrán que que verlos pasarse la vida teniendo relaciones virtuales, evitando así tener que enfrentar los vínculos cara a cara.

La velocidad también se convierte en una adicción una vez que se ha  conocido el efecto de la adrenalina que produce, sensación que luego no pueden encontrar haciendo otra cosa.

Aprenden así a arriesgarse superando sus propios límites ya que como toda adicción, cada vez se sentirán obligados a ir más allá de su propia capacidad haciendo más riesgosos los desafíos.

Los niños y los jóvenes están pidiendo a gritos límites, porque un permiso negado no es solamente una frustración sino una forma de sentirse cuidados y queridos.

Malena