Cómo dominar las tentaciones - Psicología Malena Lede




Las circunstancias de la vida nos presenta a cada instante, el dilema de elegir entre dos opciones: satisfacer nuestros deseos de inmediato o postergarlos utilizando la razón.

Por lo general, la mayoría cede a las tentaciones,  principalmente cuando se han soportado exigencias o se ha estado bajo los efectos del estrés;  pero esta conducta impulsiva puede poner en riesgo la propia vida y también la de los demás.

La sensatez de los objetivos a largo plazo tropiezan muchas veces con los impulsos inmediatos, difíciles de controlar, que pueden poner en peligro los propios intereses.

El autocontrol es la fuerza de voluntad que permite dirigir la conducta hacia metas a largo plazo.

La capacidad de autocontrol disminuye drásticamente bajo los efectos del alcohol, del estrés y de las condiciones ambientales.

Es innegable, que una dosis de autocontrol es necesaria, ya que nos permite resguardar nuestra seguridad y proteger la de otros que también pueden sufrir las consecuencias.

Para Sigmund Freud, la conducta humana es el resultado del conflicto entre el principio de placer y la realidad, o sea entre las distintas instancias que componen el aparato psíquico (los instintos, el Yo y el Superyo).

Otros enfoques coinciden en afirmar que existen dos formas de procesar la información, la impulsiva y la reflexiva.  La forma impulsiva, que varía según la personalidad,  lo hace en forma automática, ahorrando recursos y buscando el placer inmediato; en tanto que la forma reflexiva planifica estrategias de acción y puede valorar las consecuencias de los actos.

La forma reflexiva exige tiempo, capacidad para postergar una necesidad inmediata y mantener esa conducta hasta haberla convertido en un hábito.

Este sistema reflexivo depende del nivel de identificación con los objetivos a largo plazo y de su claridad e intensidad.

Los impulsos se fortalecen cuando los sistemas de autocontrol son débiles de manera que actuar de acuerdo a los objetivos a largo plazo exige tener convicciones firmes, ser conscientes de los actos y contar con la suficiente fortaleza psíquica para postergar el placer por un fin mayor.

Los neurólogos consideran que determinadas zonas cerebrales, como el sistema límbico (la amígdala principalmente) y el sistema de recompensa mesolímbico tienen un rol protagónico en las reacciones impulsivas. 

En cambio, la región dorsolateral de la corteza prefrontal es la que principalmente participa en los procesos reflexivos,  zona encargada también de los procesos cognitivos y las señales afectivas.

Cuando existen dificultades con el autocontrol, dado que el sistema impulsivo se puede entrenar para no entorpecer objetivos a largo plazo, lo que puede ayudar es  fijarse pequeñas metas o planes de acción en cada oportunidad que se presente; porque necesariamente, el logro del autocontrol se obtiene,  aprendiendo a controlar las tentaciones.

Malena Lede - Psicóloga