Adolescentes violentos - Psicología Malena Lede




Un niño violento se convierte en un adolescente más violento aún,  cuando en su entorno familiar se viven situaciones de violencia, en una sociedad donde los hechos de violencia de multiplican día a día.

La adolescencia es una etapa de confusión y de cambios orgánicos, físicos y psicológicos que exigen una gran capacidad de adaptación para poder  forjar una nueva identidad como personas adultas.  Es un momento de la vida tormentoso y crucial en el cual los jóvenes no pueden controlar sus impulsos, se sienten omnipotentes e intransigentes y suelen caer en actitudes autodestructivas y dañinas.

Los padres pueden ayudar a sus hijos a vivir sin violencia dándoles la oportunidad de crecer en un ambiente que les brinde seguridad, valores firmes y afecto; porque uno no nace violento, la violencia se aprende en el contexto en uno vive.

La falta de límites hace que los niños no aprendan a controlar su temperamento y en la adolescencia no puedan controlar la violencia.

El amor es la clave para lograr atravesar las barreras de la comunicación que levantan los adolescentes, y el diálogo abierto es el mejor camino para transmitir los valores humanos que los ayudarán a formar una personalidad firme y segura.

La mejor manera de enseñar a los hijos es con el ejemplo y la coherencia de la conducta, porque de nada sirve fomentar normas que la propia familia no respeta.

Es necesario que los padres adopten una actitud comprensiva frente a los cambios generacionales y puedan entender a sus hijos tratando de ponerse al mismo nivel e intentando identificarse con ellos.

La brecha generacional se profundiza cuando se compara una generación con otra,  lo que lejos de conciliar las perspectivas agudiza las diferencias.

Es importante para todo adolescente sentirse querido a pesar de todo y saber que puede contar con el amor de sus padres sin condiciones.

Los adolescentes reaccionan cuando no son comprendidos, cuando se sienten presionados a hacer lo que no les gusta, cuando no son respetadas sus inclinaciones y se los obliga a cumplir falsas expectativas.
Un niño bueno y tranquilo puede convertirse en un adolescente difícil, inestable emocionalmente, malhumorado y hostil con la autoridad; y eso es normal y bueno, porque la adolescencia es la oportunidad que todos tenemos para llegar a ser nosotros mismos.

Malena Lede –Psicóloga