Publicado el 2009/02/16 por Psicóloga Malena Lede
El Amor y la Mentira
Lorena estaba casada con Pablo desde hacía muchos años y tenían tres hijos.
Su vida había sido placentera, amaba a su marido, un hombre, cariñoso y trabajador, que sabía halagarla y que había formado una empresa de la nada, sólo, con su espíritu emprendedor, buenas oportunidades que supo aprovechar, con gran habilidad para los negocios.
La vida de la familia transcurría apaciblemente con las obligaciones de cada uno, los amigos comunes, las salidas a los teatros y a los cines; y los fines de semana en la casa del country, con el golf, el tennis, la pileta, las reuniones sociales, etc.
Esta agradable vida era interrumpida por los viajes periódicos de Pablo a Perú y México, donde tenía dos sucursales, y donde permanecía alrededor de un mes.
Cuando cumplieron veinte años de casados, Pablo le regaló a Lorena un hermoso anillo de brillantes para el aniversario y ella se sintió la mujer más feliz del mundo.
Lorena quiso darle una sorpresa a su marido mientras se encontraba trabajando en México y viajó sin avisarle para encontrarse con él.
Lo esperó largo rato en el restaurante del hotel, donde le había dicho que se alojaba, pero no vino.
Se dirigió a la sucursal de la empresa, que no conocía, y la secretaria le dijo que estaba con su familia en su casa y le dio la dirección.
Lorena no sabía lo que estaba pasando, y quiso creer que se trataba de otro, no de él.
Sin embargo, cuando llamó a la puerta, él mismo le abrió.
Fue un momento fatal, los dos se quedaron mirándose sin hablar pero diciéndose muchas cosas con los ojos, hasta que ella sin decir una palabra, dio media vuelta y corrió hasta el taxi.
Pablo corrió tras ella y pudo abordar también el auto, que partió rápidamente con los dos, después que ella le ordenó al chofer que la llevara al aeropuerto.
Mientras miraba sin ver por la ventanilla, las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas sintiendo que estaba al lado de un perfecto extraño.
¿Quién era ese hombre que creía conocer tan bien? No lo podía saber, sólo había descubierto que era un farsante que la había engañado durante veinte años, que tenía otro hogar y tal vez otros hijos.
Toda su vida se derrumbó en pocos minutos y se sintió extraña ella también sin poder saber quien era.
Lo miró con rabia y él trató de explicar lo inexplicable, lo ignominioso de su conducta, pero ella no lo quiso escuchar, hizo detener el auto y lo obligó a descender.
Ni bien llegó, Lorena lo denunció e inició los trámites de divorcio, pero las investigaciones revelaron que no sólo estaba casado en México sino también en Perú, que tenía tres hijos con cada esposa y que era probable que ninguno de los tres matrimonios fuera válido.
Lorena dejó todo en manos de su abogado y no lo quiso ver más.
Pero el tiempo no se detiene y Lorena se fue recuperando poco a poco; buscó su título universitario que nunca había necesitado y se dedicó a buscar trabajo.
Comenzó desde abajo en una empresa multinacional, todavía era joven y siempre había sido muy inteligente.
Pudo saltear etapas gracias a su capacidad y a su dedicación y en poco tiempo logró una buena posición que le permitió mantenerse y sostener a sus hijos.
Su vida cambió, los amigos comunes se alejaron, la casa del country se vendió, los chicos cambiaron de colegio, era como otra persona que nacía de nuevo.
No dejó que su dolor se convirtiera en sufrimiento y lentamente comenzó a vislumbrar nuevamente la luz de la esperanza, en un nuevo universo.
Se dio cuenta que la vida podía continuar sin él y lo borró de su conciencia, de su pensamiento, de su vida. Sólo le quedaron sus hijos y su trabajo.
Ver también: La búsqueda del amor El amor y la burla del destino
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