Ladrón Insólito



En el canal de cable Film&Art, proyectaron ayer una documental, que relata el robo perpetrado en el Museo de Viena, en 2003, de una notable obra de arte, una “saliera” (salero) de oro y detalles de cobre, realizado por Benvenuto Cellini, artista florentino del siglo XVI, destacado escultor y orfebre del Renacimiento.

Esta notable creación fue obsequiada al rey Carlos I de Francia para su casamiento. Los residentes de Viena estaban orgullosos de poseerla y para los turistas era una visita obligada.

Una madrugada, luego de celebrar la población unas festividades durante todo el día, un furtivo ladrón ingresó en el museo y logró apoderarse de la valiosa pieza sin que las alarmas lo detuvieran.

La famosa obra de arte estaba ubicada en el séptimo piso, que el supuesto ladrón, favorecido por la existencia de un andamio frente al edificio, logró subir sin dificultad, entrando luego por una de las ventanas.

Fue fácil para él, romper el vidrio que custodiaba la codiciada obra de arte, valuada en cincuenta millones de euros; y volver a bajar del edificio hasta la calle, de la misma forma en que había entrado.

Ni bien se conoció el hecho, la compañía aseguradora contrató a un experto en robos de obras de arte, cuya hipótesis era la existencia de una banda de ladrones de arte organizada provenientes de los Balcanes, dado que los últimos robos esclarecidos habían sido perpetrados por gente de esa zona.

Los primeros llamados que recibieron los de la aseguradora, quienes de inmediato avisaron a la policía, exigían el pago de cinco millones de euros por la devolución de la obra, si no se procedía al pago o si era alertada la policía, se verían obligados a fundir la pieza.

Si estaban de acuerdo en pagar el rescate, deberían poner un aviso en un periódico.
Al leer este aviso, todos los diarios y revistas se enteraron del suceso, provocando un gran revuelo, con lo cual la negociación quedó paralizada.

Un posterior llamado fue recibido con la exigencia de diez millones de euros. Esta vez, el aviso del acuerdo debería ser publicado en un diario pero en clave.

La policía envió a un agente encubierto para hacer la entrega del dinero con el propósito de seguirlo, pero nadie apareció a retirar el paquete, seguramente por la sospecha de la intervención policial.

Cuando todos los implicados en la búsqueda casi habían perdido las esperanzas, en 2006 la policía recibe una nueva llamada.

Hasta ese momento el delincuente había utilizado siete teléfonos celulares que no se habían podido rastrear. Pero en esta oportunidad el ladrón cometió un error, compró una tarjeta común en un negocio de Viena que poseía cámaras de video.

La fotografía del sospechoso fue publicada en varios medios hasta que recibieron una llamada. Era él mismo, que confirmaba ser el de la fotografía pero no el ladrón.

Efectivamente no tenía el perfil de un ladrón de obras de arte. Tenía 51 años, pero parecía mucho más joven, estaba divorciado, tenía una empresa de alarmas de seguridad, ningún interés artístico y un buen estado financiero.

La policía lo mantuvo vigilado hasta que decidió allanar su casa de campo y aprovechar para interrogarlo.

El sospechoso se mostró frío y muy tranquilo. Sin embargo durante el allanamiento la policía encontró papeles comprometedores con la misma letra de los mensajes del extorsionador.

El ladrón finalmente fue detenido y acusado; y luego del proceso fue condenado a cuatro años de prisión.

En su confesión afirmó que todo se trataba de una broma. Había entrado al museo siguiendo a unas turistas y pudo observar el precario sistema de alarmas que existía en el recinto donde se exhibía la pieza de arte que se consideraba más valiosa.

La existencia del andamio facilitó su ingreso, las alarmas habían sonado en falso varias veces ese día debido a las festividades, y como él lo imaginó, cuando entró en la madrugada, fueron desestimadas.

El ladrón se convirtió en toda una celebridad. Recibe en su prisión, visitas y cartas todos los días de mujeres que le declaran su amor y que incluso le envían sus prendas interiores.