La Teoría de Gaia




James Lovelock es el autor de la teoría de Gaia, que sostiene que la Tierra es un ser viviente con la capacidad de autorregularse y mantener el equilibrio, controlando su entorno físico.

Contrariamente al concepto de la adaptación de la vida a las condiciones del ambiente, este autor propone que la presencia de la vida es la que adecua las condiciones físicas y químicas del entorno.

Gaia es la diosa griega que simboliza la Tierra que según la mitología surgió del Caos como un ser vivo.

Como todo ser vivo debe ser cuidado de los abusos, la explotación y la contaminación, para evitar romper el equilibrio de sus sistemas autorregulados, tal como lo propone la Ecología.

La Tierra tuvo su origen hace aproximadamente 4700 millones de años y es probable que antes que aparecieran los organismos vivos su atmósfera fuera similar a la del planeta Marte o Venus.

Según esta teoría, la Tierra cobró vida y comenzó a funciona como un sistema autorregulado, y este proceso produjo cambios es su atmósfera.

La vida orgánica comenzó hace tres mil o cuatro mil millones de años y los primeros seres que poblaron la Tierra fueron las bacterias, que vivían del gas carbónico y lo transformaban en metano y oxígeno.

Este proceso hizo posible el cambio en la atmósfera terrestre que a su vez dio lugar a la aparición de seres multicelulares.

El ambiente y la vida orgánica siguieron interactuando y evolucionando mutuamente y la Tierra reguló su temperatura creando un efecto invernadero que mantuvo el calor y el equilibrio.

Hasta no hace mucho tiempo, considerando los millones de años de evolución, el planeta fue manteniéndose y cambiando a lo largo de su historia.

Las crisis naturales se producían cíclicamente en forma muy compleja, se producían extinciones de muchas especies surgían otras nuevas con otras condiciones de vida.

Existen muchas pruebas que confirman la presunción de que la Tierra es efectivamente un ser vivo, como por ejemplo el mantenimiento de la salinidad del mar.

El contenido de las lagunas de sal coralina es consumido por las bacterias, las cuales adoptan una nueva organización en forma cíclica.

Por otro lado, el intercambio entre sus partes orgánicas e inorgánicas permiten controlar su composición química y el clima.

Por ejemplo, la cantidad de gas carbónico en la atmósfera está controlado en parte por el ciclo del carbono.

En un principio, el Sol era menos luminoso que ahora, sin embargo el promedio de la temperatura se fue manteniendo relativamente constante, demostrando que los sistemas del planeta se van adecuando.

Este proceso comienza con la acción de los volcanes que lanzan el gas carbónico sobre la superficie, el cual se disuelve con la lluvia.

Las bacterias de las rocas modifican el gas carbónico y lo transforman en sales que al llegar al mar contribuyen a formar las caparazones de los moluscos.

Los restos de estas caparazones quedan en el fondo de los océanos y el gas carbónico vuelve a la superficie de la Tierra.

Al aumentar la temperatura del Sol, el planeta y los océanos se calientan. El mar, más caliente, favorece la reproducción de plancton, que a su vez aumenta los procesos de fotosíntesis.

Este fenómeno libera azufre y hace posible la formación de nubes, las cuales enfrían la superficie de la Tierra del calor del Sol.

Desde la revolución industrial, la Tierra ha comenzado a sufrir un desequilibrio de origen interno más difícil de superar: la acción humana, que la está afectando más que ninguno de los otros factores que antiguamente contribuían a romper el equilibrio.

Lovelock dice que Gaia está ahora más vieja y enferma que nunca y cada vez le resulta más difícil adaptarse y equilibrarse.