Existen
distintas teorías e interpretaciones sobre el sentido y la estructura de los
sueños y sobre el significado que ocultan detrás del velo de una apariencia absurda, increíble
y fantástica.
Algunas
personas no pueden distinguir entre los sueños y la realidad y aunque este
fenómeno no les ocurre a todos, hay pensadores que se han detenido a estudiar
este fenómeno para intentar establecer un criterio para diferenciarlos; mientras tanto, utilizan el sentido común.
Para
Aristóteles (384-322 antes de Cristo), los sueños son experiencias distintas de
la vigilia, aunque guardan una relación con ella y expresan las mismas
necesidades emocionales de la persona despierta.
Aristóteles
descarta la noción común en esa época, de que los sueños son experiencias
sobrenaturales.
Marco
Tulio Ciceron (106-43 a.C.), también se opone a esta idea y propone que
eventualmente podrían tener la validez de los mitos, pero no ser fuente de
conocimiento porque en ellos no existe el razonamiento. Los sueños sólo vuelven a elaborar la vigilia
en otro estado mental.
Para
Descartes (1596-1650), la memoria es la clave de los sueños, porque es incapaz
de organizar las visiones de los sueños, tal como ocurre en la vigilia; y
utiliza este argumento para demostrar que está despierto.
Bertrand
Russell (1872-1970), piensa que existe la posibilidad de que la vigilia sea una
larga pesadilla, o sea un mal sueño y que esta opinión no puede refutarse con
pruebas sólidas. Los sueños son
erráticos, sin uniformidad; como Descartes, Russell considera que aparecen como
un reflejo de la realidad pero menos organizado.
Sigmund
Freud (1856-1939), en “La interpretación de los sueños”, afirma que los sueños
ayudan a mantener el equilibrio de la vida psíquica perturbado por las
exigencias sociales que no les permiten a los individuos satisfacer sus deseos
reprimidos. La energía se libera a
través de los sueños, que constituyen el plano imaginario donde se cumplen esos
deseos.
Sin
embargo, aún en los sueños existe censura, por eso se estructuran mediante
símbolos que son uniformes para toda la humanidad pero que tienen diferente
interpretación según la persona.
Según
Freud, la estructura de los sueños tiene dos mecanismos básicos: la
condensación, o sea que los deseos y las experiencias son condensadas en un
objeto o situación; y el desplazamiento, que quiere decir que un elemento puede
encubrir otro.
Para
Carl Gustav Jung (1875-1961), los sueños constituyen la forma en que el individuo
se puede conectar con su mente inconsciente, que es un reflejo profundo de la
personalidad. Esta condición hace
posible encontrar soluciones a los problemas de la vida de vigilia y favorecer
el crecimiento emocional.
Como
Freud, Jung acepta que los sueños tienen un contenido latente y considera que
cada individuo posee los recursos necesarios para entenderlos.
Jung
descubrió que los símbolos de los sueños aparecen en todas las personas en
todas las épocas y culturas, como en los mitos; y los llamó arquetipos, considerándolos la
manifestación de un inconsciente colectivo.
En
la década de los años setenta, dos investigadores, Allan Hobson y Robert
McCarley de la Universidad Harvard, proponen una hipótesis conocida como teoría
de activación-síntesis, que cuestiona en forma radical la teoría
psicoanalítica y las de sus seguidores.
Para
estos científicos, los sueños son producto de impulsos eléctricos del cerebro activados por rastros de experiencias
registradas en la memoria; pero esas imágenes no representan las historias que
recordamos sino que son construidas cuando volvemos al estado de vigilia,
porque la mente racional se esfuerza por darle un sentido.
Esta
teoría continúa prevaleciendo a nivel científico y es una de la más aceptada.
Lyotard,
en el ensayo Réve que incluye la Encyclopaedia Universalis explica que desde
Heráclito (s.IV. a.C) hasta Hegel (s.XIX), hubo muchos intentos para entender
los sueños desde el punto de vista de la razón, pero cualquier esfuerzo fracasa
porque su poca claridad impide expresarlos en lenguaje inteligible. Esta dificultad ha impedido establecer
criterios para distinguirlos de la realidad, como ocurre con la ilusión y la
verdad. Como Michael de Montaigne, Lyotard
no ve tampoco que la vigilia sea tan pura y despejada.
Fuente:
“Muy Interesante”; 08/2010; “De Teorías e interpretaciones”; Georgina Vega.
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