Publicado el 2012/11/22 por Psicóloga Malena Lede
El Amor y el Conflicto
Los seres humanos han idealizado al amor porque están influenciados por las novelas y las películas, que han forjado la idea de que el amor tiene que estar libre de conflictos, que los amantes tienen que ser como dos gotas de agua y que entre ellos no tiene que haber ningún roce ni ninguna diferencia.
Sin embargo las personas son todas diferentes y precisamente esas diferencias son las que las atraen, para su felicidad o para su desdicha.
Al principio de toda relación todo es maravilloso y perfecto, ambos hacen lo posible para coincidir, se desviven por satisfacer al otro, porque la realidad es que todavía no se conocen; pero una vez que termina la luna de miel ninguno de los dos puede seguir reprimiendo sus respectivas personalidades y es cuando comienzan a manifestarse las primeras discusiones que expresan la necesidad de autoafirmar sus respectivas identidades.
Esto ocurre en las parejas que se han elegido libremente pero no suele ocurrir en los matrimonios arreglados por la familia, por los designios de un oráculo o por la influencia de una autoridad religiosa o de un astrólogo.
Las parejas modernas que tienen una relación amorosa carecen de comunicación y esta falencia se hace más evidente cuando comienzan a compartir juntos, la mayor parte del tiempo; porque durante la convivencia no se puede fingir estar siempre de acuerdo o esconder el modo de ser auténtico.
Cuando empiezan las peleas y la lucha por el poder es cuando termina la luna de miel y ambos se sienten traicionados y desilusionados, porque creían que su gran amor evitaría cualquier falta de armonía entre ellos; y sin embargo no es así y lo que parecía un paraíso se va transformando en un infierno.
La realidad que no ven, es que son dos personas diferentes que han decidido vivir juntas, con distinta forma de pensar y de obrar, con una única forma de ser y una propia identidad y que las diferencias y discusiones serán inevitables, que el conflicto surgirá necesariamente y que si no mata el amor, puede ser saludable.
Si cada uno acepta que el otro puede tener ideas diferentes y las respeta, no existirá la necesidad de luchar para ponerse de acuerdo o para convencerse mutuamente de que la propia idea es la mejor.
La armonía auténtica es cuando ambos pueden ser como son y pueden crecer en forma independiente sin tropiezos ni barreras emocionales, porque se han comprendido porque se aman y de esa manera pueden superar todos los obstáculos.
El amor tiene que ser un vínculo de amistad, de compañerismo, en el que ninguno de los dos sea superior al otro o el que tome las decisiones, y en el que ambos tengan conciencia de que son diferentes y que a pesar de esas diferencias igualmente se aman.
Somos seres humanos y cometemos errores, pero de los errores podemos aprender a perdonar, a olvidar y a darnos cuenta que el otro también es un ser humano que se puede equivocar.
El problema es que en lugar de perdonarse mutuamente ambos quieren tener la razón.
El amor no tiene por qué ser una esclavitud, puede ser un permanente misterio por descubrir y una gran amistad, no un campo de batalla donde se libra una interminable lucha por el poder.
Hay parejas que viven en la misma casa pero que parece que estuvieran a kilómetros de distancia, que apenas se hablan porque ya saben que nunca estarán de acuerdo y no lo pueden aceptar, no se dan cuenta que la posibilidad de amor es mayor cuando se tiene una individualidad totalmente diferente.
Fuente: “Osho, Aprender a amar”.
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