El
hombre es la única especie animal que produce basura contaminante y que a pesar
de saber las graves consecuencias sanitarias y en el medio ambiente que produce
actúa como si las ignorara.
Es
común ver cómo los automovilistas tiran por la ventanilla de su vehículo, todo
tipo de desperdicios; como botellas plásticas, envoltorios de golosinas,
paquetes de cigarrillos y hasta cáscaras de bananas y más común todavía ver
cómo muchos se complacen en llenar de basura los patios internos de los
edificios, sin ningún reparo ni consideración, prefiriendo tirarla por la
ventana de sus departamentos en lugar de ponerla en sus cestos de desperdicios.
Para
ellos parece que el cuidado de la limpieza termina en la puerta de sus casas,
luego, cuando salen, creen que su comportamiento negligente puede ser impune.
Las
calles de Buenos Aires reflejan en gran medida la cultura ciudadana que no
alcanza para que los ciudadanos mantengan una conducta disciplinada fuera del
ámbito de sus hogares y los lleva a considerar la calle como un sumidero de
basura tirando en la vía pública, desperdicios a diestra y siniestra.
La
calle es el espacio común de todos, por donde todos obligatoriamente tienen que
circular y donde pueden ser víctimas de su propia desidia, como pisar el
excremento de su propio perro o caerse al pisar su propia cáscara de banana.
Solamente
cuando aparece la amenaza de una epidemia es cuando se despliega al máximo la
capacidad humana para mantener limpia la vereda y no arrojar desperdicios que
pueden atraer a las ratas.
Las
ciudades suelen ser sucias y difíciles de controlar, porque es un lugar, donde la
mayoría es anónima y cree que el hecho de no ser reconocido le permite hacer
cualquier cosa, sin pensar que verse a sí mismo teniendo conductas inadaptadas
y destructivas, es suficiente para disminuir la autoestima y sentirse a la altura
de un insecto, sin ánimo de ofender a los insectos.
Las
autoridades responsables de contratar los servicios de empresas recolectoras de
residuos, prestan poca atención a las enormes deficiencias que tenemos la
desgracia de presenciar todos los días los vecinos, cuando observamos con impotencia que los
camiones recolectores se limitan a llevar solamente las bolsas con residuos,
dejando atrás un reguero de basura desparramada.
Sin
embargo, hoy, domingo 30 de diciembre de 2012, a las 15,30 de la tarde, en la
esquina de Uriarte y Santa Fe, del
barrio de Palermo, sucedió un hecho inédito digno de mencionar, porque algo
puede estar cambiando.
Un
camión recolector se detuvo en la vereda de la iglesia que existe en ese lugar,
que parece ser tierra de nadie y donde
algunos desaprensivos vecinos acumulan desperdicios; y dos hombres que bajaron
de él, provistos de pala y escoba, se llevaron hasta el último residuo en unos
pocos segundos.
Fue
una feliz e inesperada experiencia para mí que fui testigo y que casi me había
resignado a vivir en medio de la basura.
Tal
vez las cosas estén cambiando y algunos funcionarios en lugar de cobrar solamente
para ir a firmar su asistencia, estén haciendo su trabajo, o sea controlar los
servicios que prestan las empresas que contrata el gobierno de la ciudad, pagadas
con el dinero de la gente.
MALENA
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