Lo más
notable de las experiencias que han vivido quienes lograron volver a la vida
después de la muerte y dieron su testimonio, es que parece no haber influido en
ellos ni sus creencias ni su escepticismo, porque con pocas diferencias, todos
ellos experimentaron lo mismo, incluso al neurocirujano norteamericano Dr. Eben
Alexander, con una formación científica y un criterio estrictamente académico.
Eben
Alexander, autor del libro autobiográfico “Proof of Heaven” (Prueba del Cielo),
en octubre de 2008 sufrió una meningitis bacteriana, atípica para un adulto,
que le afectó el neocortex y lo dejó en estado de coma profundo durante siete
días.
A
pesar de los pronósticos desalentadores de los médicos sobre las pocas
posibilidades que tenía de salir de ese estado vegetativo y de recuperar la
conciencia; el séptimo día abrió los ojos.
Una
vez más, como ha ocurrido durante muchos siglos, la mente viva de un ser humano
logró traspasar el umbral de esta dimensión con un cerebro totalmente detenido.
Esta
vez, un científico del cerebro incrédulo, acostumbrado a escuchar historias
parecidas de sus pacientes, pudo comprobar por sí mismo, que existe más
allá del cuerpo, un lugar donde la muerte no existe; y que mientras los registros
médicos señalaban que su cerebro no funcionaba, él pudo viajar hacia el
esplendor maravilloso del más grande de los misterios.
Al
Dr. Alexander, tal vez más que a muchos otros por ser un científico, le costó aceptar lo que le
ocurrió, sabiendo que desde el punto de vista de la ciencia, es imposible tener alguna forma de consciencia en estado de coma y experimentar los fenómenos que vivió nítidamente durante ese período de tiempo.
Su
experiencia comenzó sintiendo que volaba entre las nubes, en medio de un
impresionante cielo oscuro, mientras, más alto en el espacio, podía ver figuras
humanas transparentes y brillantes desplazándose en el cielo y escuchar un sonido de voces celestiales que se unían al todo formando una unidad,
donde nada estaba separado.
Junto
a él vio a una hermosa mujer; y ambos parecían estar cabalgando sobre las alas
de una mariposa por un lugar donde había millones de ellas alrededor, revoloteando.
Los
colores circundantes eran vívidos y abrumadores y el clima ideal, pero cuando
la mujer lo miró, sintió que esa mirada de amor superó cualquier otra emoción vivida en este mundo.
Esa
mujer le hablaba sin palabras y también le contestó todas sus preguntas, que él pudo
comprender en forma inmediata sin necesidad del intelecto.
Le
dijo que todos los seres humanos son amados y apreciados eternamente; que no
tienen nada que temer y que ningún mal puede hacerles daño. Que él iba a ver muchas cosas allí indescriptibles,
pero que tendría que regresar; y él pudo entender sin ningún esfuerzo que lo
que le decía era cierto.
Se
encontró de pronto en un inmenso espacio vacío, oscuro pero a la vez luminoso
que le dio mucha paz, y sintió como si estuviera naciendo de nuevo.
Al
Dr. Alexander, estas experiencias que vivió le parecieron más reales que la vida misma.
El sentimiento de unidad con el todo es un hecho que la física moderna confirma, cuando dice que en el mundo material, la unidad es lo que subyace debajo de la aparente división de las cosas.
El sentimiento de unidad con el todo es un hecho que la física moderna confirma, cuando dice que en el mundo material, la unidad es lo que subyace debajo de la aparente división de las cosas.
La
experiencia vivida por el Dr. Alexander le cambió su manera de pensar y su vida; y lo motivó a dedicase hasta el fin de sus días, a la investigación sobre la naturaleza de la
conciencia.
Ahora está convencido que somos mucho más que un cerebro que produce imágenes, que no es verdad que el fenómeno de la vida sea un hecho aislado, sin conexión; y que lo verdadero es que el cerebro humano es el vehículo de la conciencia eterna.
Ahora está convencido que somos mucho más que un cerebro que produce imágenes, que no es verdad que el fenómeno de la vida sea un hecho aislado, sin conexión; y que lo verdadero es que el cerebro humano es el vehículo de la conciencia eterna.
Fuente:
“Proof of Heaven”; Dr. Eben Alexander.
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