El árbol - Cuento para pensar


Vivía en una calle poblada de árboles añosos, plátanos que aún sobreviven a pesar del incesante crecimiento de la ciudad que llegan a alcanzar la terraza de edificios de diez pisos.

Él vivía en la única casa antigua que había quedado encerrada entre varios lujosos departamentos.

Ese barrio se estaba convirtiendo en un polo comercial importante, de modo que era usual que se abrieran locales en los únicos espacios disponibles de la zona.

Una tía que casi no recordaba se había muerto hacía poco de vieja, y él que era su único sobrino vivo, resultó ser el único heredero.

Era mucho dinero para alguien que ya está de vuelta de todo y le puede resultar difícil empezar algo nuevo. Sin embargo, una oleada de entusiasmo lo invadió y decidió construir en ese terreno una casa de tres plantas para vivir él y en la planta baja hacer un local para alquilar.

Se sintió otra vez joven envuelto en un torbellino de trámites, discusiones con el arquitecto, diseño de planos, elección de materiales y cómo sería la distribución de los distintos ambientes.

Quería que fuera la casa perfecta, con la que siempre había soñado; mientras el local de la planta baja le serviría para asegurarle un incremento en sus ingresos.

La casa debería destacarse por ser la construcción más baja de la cuadra, por lo que comenzó a considerar la posibilidad de talar el árbol gigantesco que había en la vereda para que no obstruyera la vista.

Un resabio de remordimiento que le duró apenas unos segundos no fue impedimento alguno para quebrar su decisión deshacerse de él, y se apresuró a hacer los trámites para conseguir el permiso del municipio.

Pudo mover algunos resortes para que se lo concedieran, a través de amigos de amigos que le debían favores, y así, ni bien finalizó la obra fue cercenado el árbol desde su raíz.

La montaña de ramas que quedó depositada frente a la nueva casa no sólo ocupaba casi toda la vereda sino que llegaba hasta el tercer piso. Faltaba que alguien viniera a buscar los restos para que todo quedara despejado y limpio como lo había soñado para poder ver por fin su casa en perspectiva.

Pero pasaron los días y nadie vino a sacar las ramas, luego pasaron los meses, y cuando se cansó de esperar, decidió pagar a alguien para que las retirara.

Ninguno de los que contrató pudo hacerlo; el primero chocó en la Panamericana justo cuando iba a hacer ese trabajo; el segundo rompió punta de eje y volcó en la Autopista 25 de Mayo; y el tercero, un amigo de un amigo que le aseguró terminaría la tarea ese fin de semana, falleció de muerte súbita; por lo que decidió no volver tentar al destino y esperar que vinieran los del municipio.

Mientras tanto, desde que había estrenado su casa soñaba todas las noches con el árbol. Lo veía erguido y majestuoso como en sus mejores tiempos, y cuando se despertaba, en su lugar, sólo podía ver desde su amplio ventanal una montaña de ramas y hojas secas que impedía la entrada de la luz. De este modo, el local de la planta baja no lo pudo alquilar y la casa nunca la pudo inaugurar.

Pasaron años antes que las desnudas y secas ramas del antiguo plátano fueran removidas, curiosamente, justo el mismo día en que por fin lo hicieron, por esos avatares del destino, él, después de una breve enfermedad, dejó de existir, como si se estuviera cumpliendo un siniestro conjuro. Tal vez fue una coincidencia, pero ¿qué es una coincidencia? una coincidencia es un patrón que aún no conocemos en este universo donde todo está conectado, donde de algún modo cada cosa que existe influye y a la vez recibe la influencia de todo lo demás, donde el aleteo de una frágil mariposa en este lado del mundo puede llegar a producir un tifón en Japón.

Malena