Los Rituales Funerarios


Este tema me lo inspiró el inesperado deceso del conocido personaje fallecido recientemente, Ricardo Fort, famoso en los medios y destacado empresario artístico, cuya familia, como ocurre en forma habitual en la actualidad, no realizó velatorio de sus restos y sólo acompañó al difunto a su último morada.

Algunos admiradores del artista se trasladaron al lugar por sus propios medios, permaneciendo en los alrededores para presenciar el acto, ya que no se permitió la participación del público en esa ceremonia.

Todas las culturas rinden homenaje a sus muertos desde los tiempos más remotos, probablemente desde que el hombre prehistórico comenzó a enterrar a sus seres queridos.

En la India, creman a las personas fallecidas, sin excepción, en una ceremonia en la que el cuerpo es exhibido ante todos los presentes quienes pueden observar cómo se reduce a cenizas bajo el fuego de una pira funeraria. Seguramente este ritual tiene el significado simbólico de ver con los propios ojos cómo el cuerpo, que todos valoramos tanto, se reduce a cenizas, para luego ser arrojadas al río Ganges, considerado sagrado por los hinduistas.

En otras partes del mundo existen otras opciones, como enterrar a los muertos en los lugares destinados a ello que pueden ser cementerios públicos o privados; cremarlos, guardando sus cenizas, o bien colocándolos en bóvedas privadas durante el tiempo que se mantenga la propiedad sobre las mismas o en nichos públicos por un determinado período de años hasta su reducción o cremación según los deseos de los deudos.

Antiguamente, los velatorios solían durar varios días y en algunos países de Europa, como por ejemplo, en Italia, las familias solicitaban los servicios de mujeres (las lloronas) que se dedicaban a llorar cerca del cajón, donde yacía el muerto, que podía haber sido un completo desconocido para ellas,

El velatorio de un muerto tiene la función oficial de confirmar plenamente el real fallecimiento del aparente difunto, dado que existen enfermedades que pueden provocar en la persona que la padece, un estado similar al de la muerte y si no se espera un tiempo prudencial, podría ser enterrado vivo, como alguna vez ocurrió. Pero también es un ritual que desde el punto de vista psicológico, favorece la aceptación del hecho.

Acompañar a enterrar a un muerto tiene un significado simbólico, ya que ayuda a lograr enterrarlo también a nivel emocional, y despedirlo para siempre, sin ninguna posibilidad de que su presencia continúe viviendo en la mente del deudo y permanezca como una carga difícil de llevar que puede perturbar en el futuro su equilibrio y su paz interior.

Todos hablan bien de un muerto, aunque haya sido aborrecido en vida, porque es una necesidad humana reconciliarse con los muertos; y en los velatorios es habitual que se cuenten chistes, característica que muestra la elaboración maníaca que algunos hacen de la tristeza.

Sin embargo, el equilibrio psicológico exige experimentar la emoción de la tristeza que no todos están dispuestos a padecer, porque no saben que reprimir las emociones afecta la salud del cuerpo y de la mente.

Lo mejor para elaborar un duelo es haber tenido la oportunidad de despedirse de los seres queridos antes de morir y poder limpiar la conciencia, pedir perdón si es necesario, hacer algo por ellos, o escucharlos decir lo que tal vez nunca pudieron decir; porque las deudas emocionales nunca se olvidan. Y si las circunstancias no les brindaron esa oportunidad, o tal vez la rechazaron voluntariamente, todavía están a tiempo, porque pueden pedirle perdón después de muertos.

La muerte es la dimensión trágica de la existencia; sin embargo es la muerte la que le da sentido a la vida; y si nadie la negara el mundo sería muy distinto; porque solamente cuando tomamos conciencia de que algún día vamos a morir, nuestra perspectiva cambia y recién entonces podemos disfrutar de la vida, de respirar y de la oportunidad de estar vivos.

Malena