Vacaciones en pareja



A veces, las vacaciones pueden ser la consolidación de una pareja y otras pueden provocar una ruptura, principalmente cuando no se ha tenido una experiencia previa de convivencia.

La convivencia es la oportunidad para conocerse mejor, pero durante las vacaciones cuando cambia la rutina y se tiene más tiempo para compartir y estar juntos; la experiencia puede ser demoledora.

No se puede estar fingiendo todo el día, de modo que en algún momento ambos se relajarán y se mostrarán como realmente son y no siempre algunas actitudes o modos de ser serán los esperados.

El problema básico es la idealización del otro,  o sea, no poder renunciar al ideal de pareja, que es un concepto fantaseado forjado a lo largo de la vida; al no encontrar las virtudes esperadas en el otro y tener que enfrentarse a la persona real, tal cual es.

Por esta razón las vacaciones en pareja puede ser una experiencia  constructiva, cuando se tiene la madurez necesaria como para no encasillar al otro en un molde propio,  o devastadora cuando no se es capaz de flexibilizar  las expectativas y no se tiene la necesaria capacidad de tolerancia ni la imprescindible paciencia como para aceptarlo.

Se pueda encontrar la forma de dejar atrás el ideal y tener la amplitud de criterio como para despojarse de lo preconcebido y valorar al otro en tanto que otro, cuando no se trata sólo de sexo sino también de un sentimiento más profundo, que es lo único que hace posible mantener una relación estable.

En estos momentos en que las parejas se hacen y se deshacen con tanta frecuencia, incluso habiendo hijos de por medio, hablar de compromiso afectivo parece ser un tema caído en desuso, porque en las pretendidas relaciones de pareja las personas son tratadas como objetos para usarse y tirarse, para de inmediato iniciar otra relación con el mismo propósito que tampoco durará y que también será descartable a breve plazo.

El compromiso afectivo eleva el umbral para percibir los defectos del otro que hasta se llegan no sólo  a tolerar sino a amar como virtudes, porque permite reconocer a esa personalidad total, como única y distinta; porque no son precisamente los rasgos que se asemejan a los de los demás los que atraen de una pareja sino cada una de sus características personales que lo hacen diferente y lo distinguen.

Si se logra rescatar lo esencial y se aprende a valorarlo, se estará transitando la senda de un amor estable; y si a la vez se tiene la capacidad de comprometerse afectivamente, ese amor también será duradero.

Las vacaciones no son las oportunidades ideales para ensayar la convivencia, porque es difícil metabolizar la gran avalancha de estímulos que hay que procesar y porque durante ese descanso anual, las personas cambian, no son las mismas, porque pueden permitirse lo que no pueden hacer durante el año y que no necesariamente las definen como realmente son.

Estar de vacaciones suele ser incluso para las parejas estables, algo difícil de sobrellevar, cuando ambos desean abandonar la rutina y el rol que durante el año tienen que interpretar.  Principalmente, es el choque de las expectativas no cumplidas el que muchas veces las hace fracasar, como también la pérdida de los privilegios, la necesidad de independencia, la falta de espacio propio y la poca capacidad para aceptar tener que compartir una rutina diferente.

Malena