En
Argentina cada treinta horas se produce una víctima de femicidio.
Durante
el año pasado se registraron 295 de estos crímenes y esta cifra aumenta cada
año, según la información proporcionadas por la Asociación Civil La Casa del
Encuentro surgidas de una investigación realizada por el Observatorio de
Femicidios en la Argentina, cuyo informe fue presentado en el Centro de
Información de las Naciones Unidas para la Argentina.
A pesar
de la gravedad de esta situación, los recursos de los servicios de seguridad no
alcanzan para controlar estos hechos; por lo tanto, más de una vez al día
continuarán muriendo mujeres jóvenes en manos de sus maridos, amantes, parejas,
hermanos, padres o padrastros.
En
otros 39 homicidios asociados con estos asesinatos también murieron los hijos
de las víctimas.
Lo
más aterrador es que muchas de estas mujeres ya habían denunciado actos de
violencia y maltrato de sus agresores, pero solamente lograron que se les prohibiera
acercarse al hogar y no pudieron impedir que las mataran.
No
basta con hacer la denuncia de estos abusos porque no existe una política
integral pública suficiente que proteja a estas mujeres víctimas de la crueldad
de sus mismos familiares cercanos.
Tampoco
existe la necesaria infraestructura para que estas personas encuentren un
refugio seguro y no tener que arriesgar la vida al estar obligadas a continuar
compartiendo el hogar con un hombre violento.
La
violencia de género se extiende a todos los sectores de la población y ocurre
en todo el país.
En
algunos de estos crímenes aún no hay ningún procesado y otros ni siquiera están
siendo investigados.
¿Qué
es lo que pasa usualmente en las familias cuando es asolada por la violencia?
Por
lo general, los problemas relacionados con la violencia tienen que ver con el
consumo de alcohol que suele producir un círculo vicioso. El hombre llega al hogar alcoholizado y en
ese estado de ebriedad, pretende tener sexo con la mujer. La mujer lo rechaza y el hombre la
golpea. Un hecho clásico en los hogares
de los adictos al alcohol.
El
hombre siente que su mujer es de su propiedad y que puede hacer con ella lo que
quiera, hasta matarla.
¿Acaso
es posible evitar estas situaciones de violencia habituales en el hogar, si las víctimas intentaran cambiar su
comportamiento para salir de ese círculo vicioso que parece ser una trampa
mortal?
Es
difícil aceptar tener una relación sexual con un hombre ebrio, aunque se lo ame
o se lo haya amado alguna vez; y el sometimiento es duro de mantener y exige
gran entereza y mucha frialdad por parte
de la mujer, aunque sea con el objetivo
de encarar las dificultades para continuar la convivencia desde otro ángulo más
conciliatorio.
Todos
sabemos que no todos los hombres aceptan que sus mujeres los abandonen, ni
siquiera buenamente y con la mejor intención de no herir su amor propio.
Sin
embargo, hay que reconocer que detrás de un hombre golpeador hay una mujer que
se deja golpear y que hasta a veces busca la confrontación como una forma
perversa de satisfacción sexual.
La
prueba está en que muchas mujeres golpeadas nunca hacen una denuncia.
Por
supuesto, estos no son todos los casos, pero sí buena parte de ellos, teniendo
en cuenta que el rol de la mujer en la sociedad ha cambiado mientras que el
hombre aún no encuentra el suyo.
Detrás
del abuso y el maltrato de un hombre hacia una mujer está su miedo a perder el
control sobre su pareja, disminuir su autoestima, no poder cumplir las supuestas
expectativas de rol del hombre en la sociedad que no sólo forman parte de la
cultura sino que también están registradas en su código genético.
La
violencia sólo termina con violencia y solamente elevándose a un nivel superior
se pueden encarar los problemas familiares o de pareja de otro modo, dejando
las emociones a un lado y utilizando la razón y la reflexión.
La
adicción al alcohol es una enfermedad y como tal hay que considerar a las
personas que la sufren como enfermos e intentar la difícil tarea de comprenderlos, ayudarlos a hacer un
tratamiento y acompañarlos a transitar su propio calvario.
Rechazarlos
es lo más fácil pero también lo más peligroso.
Malena
Fuente:
“Diario La Nación”; Sociedad, “Violencia de género”; marzo 2014
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