Publicado el 2014/05/27 por Psicóloga Malena Lede
La alegría es innata o adquirida
¿Se nace alegre o es una forma de ver la vida adquirida por experiencia? ¿Depende de las circunstancias vividas, de la educación o de la familia?
¿Está en los genes? Lo que sí es cierto es que es contagiosa, porque estar con personas alegres nos alegra mientras que los depresivos nos entristecen.
La alegría es un estado de ánimo feliz, un sentimiento de regocijo que expresa la sensación esperanzada de que algo grato va a suceder, aún sin que existan razones para creerlo y se relaciona con el carácter, o sea con el modo de ser y con la forma de ver el mundo.
Todos los recién nacidos son alegres por naturaleza y hacen felices a los grandes. Para ellos el mundo es fantástico y los alegra descubrirlo.
Cuando crecemos nos vamos poniendo melancólicos, copiando los modelos que nos brindan nuestros mayores.
La alegría manifiesta las ganas de vivir, el deseo de tener nuevas experiencias, de descubrir algo nuevo, de ver el mundo, de amar y de obrar.
La alegría es acción, es fuente de iniciativa, favorece la creatividad, las relaciones personales, los vínculos afectivos y además es muy contagiosa.
Un estado de ánimo alegre abre puertas, predispone a responder con amabilidad, a ayudar, a acercar a la gente, a colaborar, a participar, a unir.
La alegría es un sentimiento de gratitud hacia la vida, es entusiasmo y expresa la capacidad de aceptar lo que es sin tener la necesidad de cambiarlo.
La alegría es el estado natural de ser de un organismo en equilibrio, sin embargo, hay poca gente alegre, animosa, dispuesta a celebrar cada día como un regalo, tal vez porque la mayoría está persiguiendo ideales sin ver la realidad, sin apreciar lo que tienen, dando por sentado los muchos bienes que poseen, como buena salud, bienestar, trabajo, un hogar, una familia o amigos.
Persiguiendo ideales, vemos pasar la vida frente a nuestros ojos, y perdemos la oportunidad de ser protagonistas de las cosas que simplemente suceden y casi no percibimos.
No se puede estar alegres siempre, porque la salud mental es expresar la emoción que corresponde a las circunstancias, pero hay que reconocer que la mayoría está más dispuesta a deprimirse por sus pesares que a alegrarse por todo lo bueno que les pasa.
Es indudable que el que se atreve ser alegre puede ser considerado inconsciente, tonto y hasta irresponsable; porque se tiene la falsa idea de que no hay que olvidarse de todas las tragedias que están ocurriendo en el mundo a cada instante, como el hambre, la miseria y las necesidades que sufren otros.
Sin embargo, la sensibilidad por el dolor ajeno no es una excusa para no alegrarse de los buenos momentos propios, al contrario, la desgracia de otros puede servirnos para reconocer, aunque sea de vez en cuando, lo felices que somos.
Los humanos desean siempre más de lo que tienen y ser mejores de lo que son, esa es su condición y para lograrlo es que luchan todos los días aferrados a sus proyectos, ganando y perdiendo batallas en sus propias guerras.
No tienen tiempo para disfrutar del momento presente, ni tampoco se atreven a alegrarse cuando deben.
Malena
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