Publicado el 2014/06/01 por Psicóloga Malena Lede
El Origen del Amor al Prójimo
La mayoría de los humanos cree erróneamente que forma parte de la única especie capaz de realizar actos altruistas, sin embargo, un loro con cola larga, que habita en Centroamérica y Sudamérica, que tiene alrededor de ochenta centímetros de largo, puede dedicarse con gran responsabilidad a alimentar a las pequeñas crías de una pareja de mirlos.
El doctor Gerd Long, de Esslinger, fue testigo de este ejemplo de amor entre aves de distinta especie, gracias a “Inka”, su bello ejemplar de ara Jacinto, un loro con cola larga, acostumbrado a moverse con libertad por toda la casa y el jardín.
Una tarde, Inka encontró un nido con cinco crías de mirlo que eran alimentados por sus padres.
De pronto, apresó a una oruga y volando hacia el nido se la ofreció a una de las crías.
La pareja de mirlos, al ver un ave tan grande, se asustó tanto que abandonó el nido y no regresó nunca más.
Los mirlos no sabían que no corrían ningún peligro ya que el loro con cola larga sólo se alimenta de granos, nueces, avellanas y fruta.
Al ver a los polluelos solos y hambrientos, Inka decidió adoptar a las crías y proveerles día tras día el alimento que para él era repulsivo pero que los polluelos consumían con avidez, como escarabajos, orugas, arañas o lombrices de tierra.
Sus esfuerzos no fueron vanos porque logró salvar a tres de ellos, o sea tal vez a más de los que sus propios padres hubieran podido criar.
A diferencia de otros pájaros que viven en total libertad, este loro nunca había criado a otros pájaros antes y no podía tener la memoria instintiva de la crianza de sus propios polluelos.
¿Qué fue entonces lo que lo impulsó a proveer de alimentos a los pequeños mirlos con sus picos abiertos? En este caso, a menos que en él hubiera surgido el instinto de sus ancestros, su conducta de criar a esas crías parece haberse independizado de sus tendencias instintivas.
La inclinación a actuar de algunos animales, sin haberlo aprendido, es más débil y menos confiable que el instinto, y se asemeja a la forma superior del amor maternal.
Este es un fenómeno que tiene amplias derivaciones. Por ejemplo, los granjeros suelen confiar sus cabras a una sola hembra, que ha sido instruida por su madre en la técnica del cuidado de sus crías, porque ésta es capaz de encargarse de mantener el orden de todo el rebaño, al poder liberarse de su mandato instintivo específico de criar a sus propia descendencia y derivar esa inclinación a una actividad social en el seno de su comunidad.
Esta parece ser la fuente del amor al prójimo.
Malena
Fuente: “Calor de hogar”; “Cómo resuelven los animales sus problemas familiares”. Vitus B. Dröscher,
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