La Moderación



En estos tiempos en que el mundo se caracteriza principalmente por los excesos, pensar en la capacidad humana de la moderación parece algo del pasado que suele confundirse con la represión, mecanismo neurótico que en alguna medida todos sufrimos igual, a pesar de las libertades que gozamos.

La moderación no es sinónimo de tibieza, cobardía, neutralidad o falta de compromiso, al contrario, significa equilibrio, sensatez, respeto, responsabilidad y firmeza para llevar a cabo los propios ideales sin entorpecer los proyectos de otros.

La lucha por la vida no es alcanzar un lugar de privilegio ni competir con los otros, la verdadera epopeya humana es llegar a conocerse y lograr el dominio de uno mismo.

Sin embargo, la mayoría consume todas sus energías compitiendo con los demás, robando ideas, imitando y copiando el esfuerzo de otros.

Los excesos nos dejan vacíos por dentro y descontentos por fuera, no obstante, nos atraen con su sutil encanto e inevitablemente nos conducen por el camino más corto, hacia el fracaso.

Para aprender a ser moderado en la vida hay que abandonar las falsas expectativas y aceptar la realidad como es, porque esa es la única forma de trascender las propias limitaciones y llegar a ser quien uno es.

Lograr la moderación es acostumbrarse a tener paciencia, a esperar, a tener conciencia de cada momento, a valorar todas las cosas pequeñas que nos pasan.

Nos pasamos la vida añorando lo extraordinario, vivir el gran momento, los grandes acontecimientos y mientras tanto ignoramos las pequeñeces de la vida que son la mayoría.

El que quiere vivir peligrosamente cometiendo excesos no podrá evitar experimentar con mayor disgusto la rutina de lo cotidiano y las obligaciones.

La moderación nos ayuda a conseguir nuestros propósitos de a poco, en forma más lenta y gradual, sin demasiados sinsabores ni contratiempos y dándonos margen para dejarnos llevar por los acontecimientos.

Estamos demasiado preocupados por cumplir nuestros planes y lograr nuestros propósitos, sin disfrutar del tiempo.

El moderado siempre llega, el que se excede difícilmente alcanza la meta, obsesionado por beberse la vida de un solo trago.

Hay que ser moderado en la bebida y la alimentación, en los afectos y la acción, en el trabajo y la diversión; en la palabra y la opinión; en los deseos, los placeres, el juego y en cualquier otra distracción.

Malena