La Venganza



“El olvido es la única venganza y el único perdón” Jorge Luis Borges

Uno de los principales motivos para matar es la venganza, hacer justicia con mano propia, no poder controlar el impulso de ver correr la sangre del enemigo.

La justicia es demasiado lenta y la venganza es más rápida, busca el equilibrio perdido y la dignidad menoscabada,  y surge espontáneamente, a veces sin pensar otras premeditadamente, a veces,  cuando no se tiene más nada qué perder, y una persona ha sido privada de lo que tal vez le daba sentido a su existencia.

La venganza nos pone al mismo nivel que el agresor.  La única diferencia es que se produce como reacción a una agresión previa, pero ¿cómo saber quién fue el primero en agredir o provocar?, porque todo agresor también tiene un motivo.

Estamos acostumbrados a reaccionar frente a los estímulos utilizando viejos recursos aprendidos.  La reflexión suele aparecer después, cuando ya no hay retorno.

La civilización creó un sistema de justicia que le da la oportunidad a cada uno de defenderse frente a una acusación y deben existir pruebas contundentes para condenar al presunto individuo que cometió un delito.

Los adelantos científicos y tecnológicos han logrado un gran desarrollo y hoy en día tanto las pruebas de ADN como la enorme cantidad de cámaras que existen, permiten corroborar las sospechas sobre los acusados para lograr condenarlos.

Sin ir más lejos, hoy mismo las noticias publicaron las imágenes tomadas por la misma víctima cuando era asaltada por un motociclista.

La imagen del ladrón la pudieron ver todos los televidentes con absoluta claridad, de manera que ese sujeto como mínimo ya no podrá salir a la calle para no ser reconocido.

No solamente el hombre individual sigue apelando a la venganza sino también los gobiernos que propician contiendas bélicas por motivos que deberían ser debatidos en una mesa de negociaciones.

El problema es que se priorizan las cosas en detrimento de las personas.  No importa cuántos mueren en una guerra, lo que importa es defender el orgullo herido, una nacionalidad, una religión, cobrar la muerte de otras que también fueron víctimas de quienes estaban defendiendo sus ideas.

Los seres humanos tienen que aprender a ser más tolerantes y más pacientes con sus semejantes, porque más importante que las ideas o las cosas son las personas.

No elegimos nacer y no elegimos morir, tampoco elegimos nuestra familia ni el lugar donde nacimos, pero sí elegimos quiénes somos y quién  queremos ser.

La clave para lograr el equilibrio en esta vida es ser plenamente consciente de los actos y reflexionar antes de hablar y de actuar.

La reflexión es lo que hace que nos diferenciemos de otras especies animales, un don que no todos desarrollan y que los lleva a malograr sus vidas. 
Malena