Los
síntomas más característicos de esta enfermedad son los temblores, los
problemas de equilibrio y la lentitud de movimientos, pero éstos no son los
únicos.
El
Parkinson es un trastorno neurodegenerativo progresivo que salvo casos
excepcionales aparece después de los sesenta años.
Los
síntomas de esta enfermedad tienen su raíz en la pérdida de células nerviosas
dopaminérgicas, que son las que utilizan como neurotransmisor la dopamina.
Teniendo
en cuenta esta deficiencia, se pudieron implementar tratamientos efectivos que
beneficiaron a millones de personas en el mundo que pueden vivir hoy en día con
relativa normalidad.
Sin
embargo, algunos aspectos de esta enfermedad no responden a este tratamiento,
como las alteraciones del sueño, la demencia o la dificultad al caminar, que
deben ser tratadas clínicamente.
La
atención precoz de estos pacientes puede retrasar e incluso detener el avance
de la enfermedad sin que se produzcan síntomas más importantes que luego
resulten irreversibles.
Los
pacientes de Parkinson suelen presentar inexpresividad facial y parpadeo
disminuido, escribir con letra muy pequeña, perder el volumen de su voz y su entonación y
sufrir de encorvamiento y oscilación del cuerpo.
La
causa primaria de la discapacidad, antes de contar con los fármacos eficaces
para su tratamiento, era la disfunción
motora que se acentuaba con los años.
Recién cien años después de que James Parkinson definiera los rasgos
clásicos de este trastorno, se comenzó a conocer lo que sucedía en el sistema
nervioso de estos pacientes.
La
importancia de la dopamina para el tratamiento de esta enfermedad fue valorada
por primera vez en los años cincuenta del siglo pasado.
Arvid
Carlsson, fue el que descubrió a través de una investigación, que la falta de dopamina en las células
provocaba los síntomas; y por su trabajo obtuvo el premio Nobel de fisiología y
medicina en el año 2000.
La
dopamina no es eficaz por si sola como fármaco, porque no puede atravesar la
barrera hematoencefálica, pero sí puede hacerlo la levodopa que es un
aminoácido natural que contienen muchos alimentos y que puede ser transportada
al cerebro y convertirse allí en dopamina por la acción de una enzima.
Lamentablemente
esta afección produce efectos patológicos más amplios no dopaminérgicos que
todavía no se pueden controlar clínicamente.
La
demencia, el trastorno motor que los paraliza momentáneamente para continuar la
marcha y el deterioro de la función cognitiva son las secuelas importantes de
la enfermedad de Parkinson que no pueden revertirse con el tratamiento con
dopamina.
La
demencia que produce el Parkinson es diferente a la de la enfermedad de
Alzheimer, porque suelen sufrir alucionaciones visuales, depresión, la
alteración del sueño, piernas inquietas cuando duermen, estreñimiento, descenso
de la presión arterial, frecuencia urinaria, incontinencia y disfunción
eréctil.
El
tratamiento con levodopa y otros fármacos dopaminérgicos puede producir
efectos secundarios como falta de control de impulsos, que se manifiesta como ludopatía,
hipersexualidad, obsesión compulsiva por comprar o comer y cierta tendencia a
realizar tareas inútiles repetitivas.
Algunos
de los síntomas iniciales de esta enfermedad que resultan corrientes, es la pérdida del sentido del olfato, las alteraciones en la fase
REM (movimientos oculares rápidos) del sueño y el estreñimiento.
Lamentablemente, el
Parkinson es algo más que falta de dopamina y seguramente se podrá controlar en
su totalidad cuando se conozca con precisión cuál es la causa de la
degeneración neurológica.
Algunos
científicos han asociado la enfermedad de Parkinson con distintos factores como
por ejemplo, acumulación de radicales libres, disfunciones en mitocondrias,
excitotoxicidad, inflamación, extinción celular programada y deficiencia de
ciertos factores del crecimiento celular.
El
desafío ahora es encontrar nuevos tratamientos efectivos para impedir sus
efectos no dopaminérgicos que producen secuelas discapacitantes.
Malena
Fuente: “Mente y Cerebro”; No.40; “La cara oculta de
la enfermedad de Parkinson”; Ted L.
Rothstein y C. Warren Olanow.
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