La
empatía y la compasión son virtudes invalorables que todos tendríamos que
desarrollar, pero preocuparse demasiado por los demás termina siendo una
actitud inoperante e inútil.
Estar
preocupado por algo, significa no estar atento a lo que está pasando en este mismo instante por estar ocupado pensando
en lo que podría pasar después, o sea, preferir perderse el momento más importante de la vida, que es el presente.
Si
actuamos con responsabilidad, previendo las consecuencias, lo más probable es
que nosotros podremos evitarnos muchos problemas, aunque las circunstancias no
siempre dependan únicamente de nosotros.
Los
demás deberían hacer lo mismo y si no lo hacen deberían aprender a hacerlo a partir de
sus errores.
Cuesta
mucho ver cómo las personas que queremos marchan sin darse cuenta hacia el
fracaso como si tuvieran una verdadera vocación por el sufrimiento.
Si
nosotros tenemos una perspectiva más amplia y podemos ver más allá que ellas,
tal vez podríamos señalarles lo que están haciendo, pero nunca aconsejarlos, porque los consejos suelen caer en saco roto.
Señalar
significa ayudar a verse desde afuera, a aprender a ser conscientes de que lo que están haciendo los perjudica.
Los que ayudan a los demás están en
mejor posición que los que tienen que ser ayudados, ya que brindar ayuda es mucho más
gratificante que pedirla.
Las
personas que se preocupan demasiado por los demás, por lo general, los
subestiman, los evalúan según su punto
de vista y pueden creer que no pueden arreglarse solos y que gracias a sus
desvelos podrían evitar las consecuencias de sus actos.
Cuando
se percibe que alguien puede necesitar ayuda, se puede ayudar y mucho, pero es
mejor saber antes que es lo que esa
persona quiere y si está dispuesto a recibirla, porque no todos necesitan las
mismas cosas ni desean vivir de la misma forma.
Responder
a los requerimientos es lo más recomendable porque a la mayoría de la gente no
les gusta que la ayuden, prefieren tener la oportunidad de enfrentar sus
propios desafíos aunque no puedan con ellos.
No
subestimemos a los demás por su condición, sea ésta cual fuera, porque todos
somos libres y dignos de respeto, esperemos primero que nos permitan ayudarlos si así lo
desean y si no, tengamos la altura
necesaria para saber entenderlos.
La
ayuda siempre tiene que ser incondicional, porque si tiene condiciones deja de
ser ayuda y se convierte en una transacción (yo te ayudo, si haces lo que yo
digo).
Podemos hacer muy poco por los demás, si ellos no quieren ayudarse a sí mismos, en esos casos, sólo nos queda comprender y aceptarlos como son.
Malena
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