Cuando una pareja tiene conflictos, que pueden o no
ser importantes, pero que los hace infelices, puede creer que la única alternativa posible
es el divorcio.
El que quiere divorciarse no
acepta su situación actual libremente elegida y no puede evitar anhelar volver
a su estado anterior, cuando no tenía tantas responsabilidades y cuando podía
salir con quien quería y volver a cualquier hora sin tener que dar ninguna
explicación.
La imaginación de ambos integrantes de la pareja puede
crear la secreta fantasía de que si estuviera con otra persona sería distinto,
que por fin podrían lograr la felicidad que desean, que su amor no se agotaría
nunca, que vivirían un eterno romance sin ningún problema y que su vida sería
una permanente fiesta.
Los divorciados que sólo quieren volver a ser
libres, pueden soñar con relaciones
ocasionales; con una vida imprevisible sin pautas preestablecidas en la que sólo
haya lugar para la improvisación y los días sean todos distintos.
¿Quién es el que de pronto no desea vivir en un piso
veintiuno con vista al río, llegar de trabajar y encontrarse solamente con el
silencio, sentarse en un cómodo sillón para tomar un aperitivo mientras ve las
noticias por televisión y no como le
pasa ahora, que en el caso de ser hombre sólo encuentra a una mujer malhumorada
cocinando de mala gana y niños pequeños que se prenden a su pantalón para que
los alce y de paso recordarle que es su padre; y si es mujer para encontrarse
con todo sin hacer y con una familia demandante que la espera impaciente mientras
su marido lee el diario?
Todo lo que somos y tenemos hoy es lo hemos elegido
libremente en el pasado, cuando creíamos que podíamos ser felices compartiendo
la vida con alguien que amábamos y teniendo una familia.
Es evidente que el aburrimiento y la rutina los puede
estar matando, pero ¿qué es lo que les garantiza que su nueva decisión sea
correcta, si antes también creían estar tan seguros?
Es verdad que la rutina agobia, que los niños
molestan cuando un hombre que vuelve de trabajar está cansado y que es difícil
hacer el amor con una mujer agotada y tan aburrida de la rutina como él.
Entonces ¿qué es lo que habría que hacer?
En primer lugar tenemos que aprender que para
nuestro propio bien todas nuestras decisiones tienen que ser responsables, o
sea que tenemos que estar dispuestos a responder por ellas y hacernos cargo tanto de lo bueno como de lo malo que
implican; y saber que toda decisión condiciona las futuras elecciones que hagamos, que en este caso ya no se tratará sólo de
nosotros mismos sino también de nuestros hijos y que ellos necesitan más que
nada a sus padres.
Nos estremecemos cuando vemos las noticias por
televisión y creemos que las atrocidades que con capaces de hacer los jóvenes
hoy en día no tienen nada que ver con nosotros, pero sí tienen que ver, porque
siempre la violencia es la expresión de la ira contenida después de haber sufrido abandono, de
no haber tenido un hogar que los hiciera sentir contenidos, ni padres que pensaran en ellos.
Malena Lede – Psicóloga
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