Cuando una persona vulnera los valores y derechos de
su pareja, cuando desalienta su realización personal, o cuando atenta contra su
autoestima rebajándola en cada oportunidad que se presenta; lo mejor es que esa
relación sea cuestionada de inmediato y no se continúen tolerando esas actitudes, que son las que ponen en evidencia un
encubierto sentimiento de desprecio.
Para muchos, tener una pareja para usar resulta
cómodo y seguro, aunque no sientan más que indiferencia, pero cualquier
observador sagaz podrá interpretar muchas señales reveladoras de sus genuinas
intenciones.
Las señales son esos breves gestos de disgusto, esas
frases hechas dichas al pasar que duelen, que suelen repetir las personas
insatisfechas en cada ocasión que se presenta y que son la prueba del desamor
que reflejan.
El amor no puede justificar hechos que muestran a
las claras que no es un sentimiento recíproco, ni tolerar exigencias desmedidas
ni sacrificios estériles porque todo eso
será inútil y a la larga se irá desintegrando hasta convertirse en cenizas.
El amor verdadero es un sentimiento pero también una
expresión de ternura y de una conducta reflexiva. Se distingue del desamor por la honestidad,
el respeto por el compromiso y la confianza mutua.
El amor es compartir sentimientos y también
obligaciones; no puede basarse en antiguas expectativas que ya no existen, sino en el concepto más sano y equilibrado de
las obligaciones compartidas.
Exige despojarse de roles obsoletos y ser capaces de
considerarse independientes y voluntariosos, activos y generosos y de poder disfrutar
libremente de hacer juntos las cosas.
El amor no es sometimiento ni servilismo, no es
rebajarse ni degradarse, ni es una transacción o un negocio: es la oportunidad
de ser importante para alguien y de ocupar el lugar digno que le corresponde;
porque todos deberíamos ser amados por ser quienes somos.
Para toda mujer, renunciar al amor romántico es un
verdadero sacrificio, sin embargo tiene que aprender que ese tipo de amor no es
más que un mito.
El amor romántico dura poco y es como la primera llamarada
de un buen fuego, no puede durar mucho.
El fuego lento puede permanecer siempre encendido sin mayor esfuerzo y casi
no se nota.
Hay que desconfiar del placer fácil y ser capaz de
apostar al amor verdadero, con constancia, perseverancia y esfuerzo.
No hay amor verdadero sin renuncia, todo lo demás
son castillos en el aire que se desploman ante el primer contratiempo; porque
no basta con la fachada, es necesario descubrir el tesoro que algunos llevan
dentro, calidad humana, sensibilidad, coherencia, honradez, y belleza interna.
Malena Lede - Psicóloga
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