Las Fiestas de Fin de Año deberían ser motivo de
alegría, una oportunidad de reunirse con los seres queridos para festejar
juntos.
Sin embargo, muchos coinciden en pensar que estas
celebraciones pueden producir sentimientos de ansiedad y descontento, actualizar
recuerdos ingratos, vigorizar la sensación de soledad y renovar antiguos
conflictos.
A pesar de todo, resulta difícil
sustraerse al ambiente festivo general y renunciar a los festejos, aunque
estas fiestas inviten más a la introspección y la melancolía.
Todas las experiencias de la vida tienen dos
perspectivas, la positiva y la negativa, mecanismo que nos resulta útil para poder enfrentar mejor todo lo que nos pasa.
Por eso, dejemos de lado rencores y resentimiento y empeñémonos
en pasar esos días de la mejor manera y disfrutarlos a pleno.
Cuando la familia nuclear se divide y los hijos
toman su propio camino, las cosas se complican porque hay que
volver a replantearse con quién se va a pasar
las Fiestas de la mejor manera.
Lo mejor sigue siendo pasar la mitad de las
celebraciones con una familia y la otra mitad con la otra y para que no se
peleen ni se ofendan variar año por medio de fechas, pero también se puede
optar por dejar uno de los dos días de festejos para pasarla con los amigos, sin sentir culpa.
Cada familia es un universo y todos tienen la
libertad de planificar estas fiestas en la forma más equitativa y de la mejor manera
para que no se conviertan en una pesadilla para el resto de la vida, pero con el mejor discernimiento y haciendo justicia.
Esto exige ponerse firme desde el primer momento, ya que la firmeza y la convicción es la actitud que hay que adoptar si se quiere ser respetado; e intentar tomar la mejor decisión que también tenga en cuenta a los otros.
Es importante no dejarse llevar por lo que hacen los
demás y hacer lo que nos parece justo y que deseamos para que esta celebración
se convierta en un esperado reencuentro y no en un enfrentamiento.
Siempre tenemos que tener la oportunidad de elegir
libremente en función a nuestro criterio y dejar que los otros hagan lo mismo, sin olvidar que los otros son tan importantes como nosotros mismos.
Malena Lede - Psicóloga
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