Los estudios realizados por Jane Goodall en Tanzania
indican que los chimpancés no sólo se manejan por instinto como se creía, sino que también tienen carácter, emociones y hasta
pueden pensar.
Esta especie caza a otros monos o a pequeños mamíferos en forma coordinada, posee una nutrida gama de conductas y un sistema de relaciones con su grupo; puede fabricar herramientas para extraer las termitas de sus agujeros y comerlas, trabajo que implica el
uso de la inteligencia, la abstracción y la planificación; además del
aprendizaje social recibido de su madre y de sus hermanos mayores.
Se considera que estos animales tienen también
tradiciones adquiridas, ya que existen diferencias “culturales” o formas de
hacer las cosas, entre distintas
poblaciones de chimpancés.
Actualmente se sabe mucho más sobre las relaciones
entre las crías y sus madres, las jerarquías que respetan, cómo adquieren el
liderazgo, sobre la territorialidad, las conductas altruistas y de cooperación,
cómo resuelven sus problemas, sus conductas grupales y sexuales y cómo se
comportan frente a la muerte.
Los humanos compartimos con algunas especies de
primates, muchos rasgos biológicos. Los chimpancés y los bonobos de África son
los que más se asemejan al homo sapiens; ya que tenemos en común un 98,6 por
ciento de ADN.
La diferencia radica principalmente en el tamaño del
cerebro, que en los humanos tiene un volumen de 1,400 cm3 y en estos animales
sólo alcanza a 400cm3.
Debido a eso, es probable que el hombre haya podido
desarrollar capacidad para hablar en lenguaje simbólico o sea de cosas que no
están presentes, crear una cultura, investigar, enunciar hipótesis teóricas, imaginar
inventos, diseñar tecnologías complejas,
conquistar nuevos mundos, viajar al espacio, desarrollar capacidades estéticas
y espirituales y llegar a preguntarse
sobre el misterio de su propia existencia y la del mundo.
Los chimpancés también pueden utilizar piedras,
palos y lanzas para cazar y tener empatía por sus semejantes, o sea comportamientos
altruistas y de colaboración, llegando a adoptar crías huérfanas de otras
especies y tratarlas como propias.
Cada chimpancé es único, posee rasgos, carácter,
historia, gustos y miedos diferentes; conoce a todos los individuos de su
propio grupo y reconoce sus aullidos.
Jane Goodall fue la primera presencia humana
aceptada en una comunidad de chimpancés salvajes para realizar una profunda investigación de campo y así poder conocerlos, descubrir la personalidad de cada individuo y
continuar su evolución durante muchos años.
Otras especies que nos sorprenden son los cóndores, aves enormes que habitan en las cumbres más
altas del planeta.
Estas aves, que llegan a medir hasta tres metros con las alas desplegadas y que pueden volar a grandes alturas, tienen una importante vida social; suelen reunirse en grupos
y brindarse mutuamente información utilizando algunos movimientos, ya que sólo
pueden emitir un único sonido. Pueden vivir hasta sesenta o setenta años y recién a
los ocho años comienzan a aparearse para procrear, siempre con la misma hembra.
Recuperemos de nuestros ancestros sus instintos,
seamos más animales y así evitaremos destruirnos.
Malena Lede – Psicóloga
Fuente: Entrevista realizada por Alejandro Balbiano
a Federico Bogdanowicz, antropólogo y primatólogo, Revista Muy Interesante
No.373
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