En esta época acelerada que nos toca vivir, no tenemos tiempo para concentrarnos
ni para pensar antes de actuar; y menos todavía para escuchar a los demás.
Cuando se pierde la capacidad de escuchar, se deterioran las relaciones, se
interrumpe la comunicación y se comienzan a percibir las primeras señales de depresión
y aislamiento.
Prestar atención es indispensable para lograr una comunicación efectiva, para
retener la información que nos llega, comprender el mundo y lo que los demás nos quieren transmitir.
La capacidad de prestar atención se puede mejorar si aprendemos a detenernos
a observar mejor todo lo que está pasando a nuestro alrededor.
Atender significa concentrarse en un objeto o en una persona, no solamente en forma global sino también en
todos sus detalles e intentar interactuar con ese objeto o con esa persona en
forma activa e interesada.
Un ejercicio práctico ayuda a mejorar la atención. Se trata de elegir un objeto cualquiera y
observarlo detenidamente sin dejar de reparar en todos sus detalles y luego tratar
de recordarlos.
También resulta útil escuchar atentamente las noticias por radio o
televisión durante cinco minutos y luego escribir todo lo que recuerdan.
Las personas que no pueden prestar atención suelen ser hiperactivas,
acostumbran a hacer varias cosas al mismo tiempo y a sentir verdadera satisfacción
cumpliendo con todas las ocupaciones que tienen registradas en sus agendas.
El tiempo no les alcanza para llevar a cabo todos sus ambiciosos planes y
se conducen como si estuvieran huyendo hacia adelante.
Por supuesto no pueden relajarse ni descansar ni desaprovechar un minuto de
su tiempo, lo que les provoca malestares estomacales, presión alta y dolores
musculares.
Lamentablemente, nuestra cultura premia a las personas activas y rápidas aunque sean superficiales, ya que todas las
cosas que se hacen ahora son para satisfacer necesidades inmediatas y para que se vuelvan obsoletas en poco tiempo.
La comida rápida, la moda efímera, los entretenimientos pasajeros, las relaciones
ocasionales, los viajes relámpago donde se seguirá el mismo ritmo de vida
imparable; nos van condicionando a prestar atención sólo a nuestras más mínimas
necesidades y a dejar de lado cualquier otra cosa.
El celular se ha convertido en el cordón umbilical que nos permite
conectarnos con todo el mundo sin comprometernos en absoluto con ninguno.
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